Cuando el cielo pase lista ...

TAXONOMIA DE LOS QUE ESPERAN

LA ESPERANZA DE TODAS LAS CRIATURAS SUTILES

Nos interesa en este trabajo, todo lo relacionado con las criaturas sutiles, por ser ellas las menos estudiadas, y las constantemente negadas por la ciencia académica oficial.

Acabamos de presentarlas en el contexto de toda la creación, hemos visto en la clasificación taxonómica que existen criaturas de apariencia sutil pero con aspectos burdos, y, a la inversa, hemos identificado criaturas, como las piedras, que, aparentando una corporalidad burda, son, por el contrario, de una densidad espiritual típica de las criaturas sutiles.

En las Ciencias Sagradas, una aproximación taxonómica a la Creación Divina no puede ser una fría relación de características anatómicas, morfológicas o funcionales a nivel corporal. Por eso, queremos profundizar un poco más en este concepto clave de lo «Sutil», al que tanto aludimos.

En primer lugar, lo sutil se define como una cierta "diafanidad" a nivel de la corporalidad de una criatura. Diafanidad entendida como un concepto doble:

1. Como una cierta emanación luminica, que puede percibirse en todo el cuerpo de la criatura: un resplandor o brillo que envuelve al cuerpo.

2. Como una expresión corporal de una vivencia interior, de un estado espiritual positivo.

Y es esta segunda característica, que utilizamos como patrón de clasificación taxonómica, a la que aquí queremos referirnos.

En la segunda parte de este tratado, profundizaremos en la cuestión teológica que aquí simplemente enunciaremos. Pero es importante insistir en ese aspecto especial que permite la diafanidad y, por lo tanto, la sutilidad de una criatura. Una criatura es sutil y no burda, en primer lugar, no debido a su resplandor lumínico (que generalmente posee), sino a una cierta conciencia de su «potencia ecoespiritual».

La potencia "ecoespiritual" de un hada, o de un ángel, es la capacidad de estos seres de saber que su tarea o su simple existencia, aunque dolorosa o carente del libre albedrío, tiene un sentido en la realización de lo que en la Teología se denomina la «NuevaCreación», la construcción de la Tierra Nueva y de los Cielos Nuevos.

Por más que el dolor de una sirena o de un duende no tenga, en el momento presente, una posibilidad de ser aliviado por nadie, por más que muchos de ellos hayan sido desalojados de sus hábitats naturales, por más que el hombre los hiera negándoles su existencia, hay en ellos una poderosa fuerza que los alienta a sobrevivir, y es la esperanza. Ellos, más que nosotros, son expectantes de las promesas del Cristo.

Saben que vendrá un tiempo en que cada gota de agua tendrá conciencia de sí. Saben que Dios bajará a la tierra y que, entonces, todas las cosas y seres que la pueblan madurarán totalmente para formar un Cuerpo Completo, cuya cabeza es El, y que en El todos los seres estarán unidos en una cooperación interespecífica.

Es la esperanza de un tiempo prometido en el que, como al principio, en el Paraíso, ninguna criatura matará a otra y en el que todas juntas trabajarán para construir una Nueva Creación.

La esperanza es la clave de la potencia ecoespiritual que guardan estas criaturas, es la fuerza que transforma sus organismos hasta hacerlos puros o diáfanos.

Muchos elementales no saben la forma en que se harán realidad sus presentimientos sobre el futuro espiritual de la tierra pero, a pesar de esto, se aforran a la esperanza y tratan de sobrevivir a este momento actual, en que se dan las peores condiciones ambientales que hayan podido conocer a lo largo de su historia.

Un ser Sutil es aquél que, aun sin conocer la promesa del Cristo, guarda la esperanza de que el mundo será, lenta pero indefectiblemente, consagrado.

Con todo, debemos aproximarnos todavía más a la verdad refiriéndonos a dos excepciones que no dejan de confirmar la regla.

1. Existen muchas criaturas «burdas» que también son portadoras de la sabiduría de la esperanza. Quien haya logrado hablar con un árbol o con un delfín sabe que estas criaturas, como otras muchas que pueblan la tierra, están alertadas sobre increíbles acontecimientos futuros, que determinarán que «Dios sea todas las cosas en todos» (1 Cor. 15, v 28).

2. Existen algunos seres sutiles en los que no anida la esperanza, sino el horror de una eterna descomposición. Se trata de espiritus caídos que, siendo sutiles en su esencia, en el curso de su evolución espiritual se han separado conciente y libremente de la Gloria Divina, que les solicitaba su atracción, y han sustancializado o encarnado en ellos el mal, para entremezclarse entre nosotros y la Gloriosa Presencia que los generó con todo amor. En los demonios no se ha perdido la sutilidad, pero si aquello que la justifica, la esperanza en el Pleroma, el acabamiento, la perfección de la Creación Divina.

Cada una a su modo, todas las criaturas se saben elegidas, sienten en el interior de su ser que la Divinidad las está llamando, saben que de ese llamado depende su Salvación o su Condenación. Las que esperan la Salvación, saben que ésta sólo se obrará si se consuma dentro de un marco solidario, en el que esté presente toda la masa elegida, es decir, los 18 Reinos en su totalidad.

Sin embargo, cada Reino se define por una mayor o menor conciencia de este hecho, por una forma distinta de esperarlo, por un modo «existencial» de adecuarse a esa esperanza de la Reunión final de todos en el Reino de Dios.

De esta forma distinta de comportarse ante lo que inevitablemente sobrevendrá, dependerá toda estrategia de comunicación con cada Reino en particular. Pero de las técnicas de comunicación que el hombre puede utilizar para entablar un diálogo con las criaturas sutiles, trataremos en otra parte de este estudio.