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El Plan Marshall
     
     
     
El Programa de Recuperación Europea (ERP por sus siglas en inglés), mejor conocido como Plan Marshall, pagó buena parte de la reconstrucción de Europa después de la Segunda Guerra Mundial; pero también hizo posible que se extendiera y afianzara la influencia económica, política y cultural de los Estados Unidos en el mundo occidental.

Europa y Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial

¿Qué es Europa ahora?. Es un montón de ruinas, un osario, un semillero de pestes y odios.


Winston Churchill en 1945

Al término de la Segunda Guerra Mundial, Europa se encontraba en una situación desesperada. La producción económica se había reducido a sólo el veinte por ciento de lo que fuera antes de la contienda. La mayoría de los países estaban en bancarrota. Los bombardeos habían destruido ciudades enteras y sistemas de transporte. Enormes masas de refugiados y de personas desplazadas se movían por el continente, y una aguda escasez de alimentos azotaba a la población. A la crisis material había que sumar la sensación de crisis espiritual. El efecto de desaliento se incrementaba cada día con la información que afloraba de crímenes de guerra, especialmente por las atrocidades cometidas en los campos de concentración nazis.

En 1945 no existían dudas acerca del enorme poder de los Estados Unidos. Su fuerza militar había sido decisiva para dar fin a la guerra. La explosión de las dos bombas atómicas sobre Japón confirmaba su proeza técnica y la superioridad militar. Durante la guerra, la economía norteamericana creció hasta el punto de que representaba el 50% del producto interno bruto del mundo entero, poseía el 80% de las reservas mundiales de oro, producía la mitad de las manufacturas del mundo y su moneda, el dólar, se convirtió en el pivote del sistema monetario y comercial internacional.

La “Gran Alianza” entre Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Soviética (URSS) se había sostenido gracias a la lucha contra un enemigo común (los países agrupados en torno al Eje: Alemania, Italia y Japón), pero después de la guerra había poco que pudiera mantener a estos países unidos. Gran Bretaña, exhausta por la guerra e incapaz de mantener su imperio, había llegado a reconocer que su futuro dependía de mantener una estrecha relación con Estados Unidos y de impulsar a este país a proteger la seguridad europea. Por otro lado, el tamaño de los sacrificios soviéticos (20 millones de muertos por la guerra) y la impresionante determinación de sus ejércitos dieron un gran prestigio al comunismo, reforzado por la convicción de muchas personas de que ésta era la ideología del verdadero progreso y la justicia social.
La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), con José Stalin al mando, se abocó a recuperar su economía de los estragos de la guerra y a mostrar al mundo su capacidad de organización social. Así, aunque casi la mitad de la industria soviética se localizaba en la zona que estuvo ocupada por los alemanes, hacia 1948 la URSS logró recuperar el nivel de producción de la anteguerra, e incluso logró superarlo. Gracias a esto comenzó a imponer su dominio político sobre la Europa oriental.

En este escenario el principal motivo de preocupación de Estados Unidos era la nueva amenaza que significaba la Unión Soviética. Por eso el primer objetivo de la política exterior norteamericana fue la “contención” de la expansión socialista. En marzo de 1947 el gobierno norteamericano se encargó, sustituyendo a Gran Bretaña, de oponerse al comunismo en Grecia y Turquía: el presidente Harry Truman describió su política como apoyo a los “pueblos libres que se resisten a verse sojuzgados por minorías armadas o presiones exteriores”.
Pero también preocupaba a los dirigentes de Estados Unidos que si la economía europea se desplomaba, la economía norteamericana caería en picada. Los estadounidenses no podían vender nada a una Europa en quiebra. Así, en junio del mismo año, el secretario de Estado George Marshall anunció el plan destinado a aportar sumas considerables a la economía europea, con el fin de restaurar la prosperidad y reducir las oportunidades políticas del comunismo en Europa occidental.
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