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de Ciencias Sociales: Nro
5: Artículos
Los paradigmas y los programas de investigación en ciencias sociales*
José Ramón García Menéndez**
De los paradigmas khunianos
Las aportaciones de T. S. Kuhn (1962) y de I. Lakatos (1970) superaron,
en gran medida, las limitaciones y la rigidez metodológica de la interpretación
popperiana sobre la demarcación y acumulación del conocimiento científico.
Frente a la linealidad del pensamiento de Popper, dominante en la filosofía
de la ciencia desde una perspectiva convencional, las categorías de paradigma
y programa de investigación científica cuestionaron la funcionalidad
analítica del estereotipo diseñado por el autor vienés.1
Como relata el propio Kuhn, cuando comienza sus estudios sobre historia
de la ciencia, en el prólogo a La tensión esencial, el principal
objetivo del autor consistió en comprender las razones que llevaron a
Aristóteles a sostener, al lado de magníficas aportaciones en ciencia
política y en biología, una concepción tan absurda sobre
ciertos fenómenos físicos como el movimiento. Kuhn reconoce que, hasta
entonces, leía a los clásicos a partir de la acumulación moderna del
conocimiento científico, lo cual implicaba, sin duda, una pre-visión
prepotente respecto del pasado. En consecuencia, ciñéndonos a la ilustración
aristotélica, "[...] en un universo donde las cualidades eran lo primario,
el movimiento tenía que ser necesariamente no un estado sino un cambio de estado",
en palabras del autor (Kuhn, 1982: 12-13).
La historia de la ciencia y de su paulatino progreso debe ser
considerada no como una escalada continua de aportaciones científicas que
relacionan la lineal acumulación del saber en función del estado actual de la
ciencia, sino en relación con los problemas que los investigadores desean
resolver y con la opinión de otros grupos de investigación coetáneos. De aquí
surge la noción de paradigma como una constelación de creencias,
valores, técnicas, etc., como modelo teórico enfocado a la resolución de
problemas, el cual es compartido por los miembros de una determinada comunidad
científica (Kuhn, 1985: p. 51). Cuando este patrón científico muestra su
incontestable capacidad para solucionar problemas adquiere el estatus de
dominante, a lo largo de una época de ciencia normal en la que la
comunidad científica se concentra en la resolución de cuestiones específicas, y
cuyo instrumental analítico está garantizado por el paradigma dominante, que
suministra instrumentos y reglas de investigación. En consecuencia, la
existencia de enigmas (problemas conceptuales y observacionales no
resueltos) se debe al fracaso relativo del investigador y no del paradigma
dominante.
En la interpretación kuhniana, cuando el cúmulo de enigmas e
interrogantes pone en evidencia la incapacidad del paradigma se convierten en anomalías,
y abren una crisis en la época de ciencia normal en la que se cuestiona la
preponderancia de un determinado sistema teórico aceptado por la mayor parte de
la comunidad científica. Al respecto, el mismo Kuhn afirma:
A veces, una anomalía pondrá claramente en tela de juicio
generalizaciones explícitas y fundamentales de un paradigma [...], o una
anomalía sin aparente importancia fundamental puede provocar crisis si las
aplicaciones que inhibe tienen una importancia práctica fundamental [...], o el
desarrollo de la ciencia normal puede transformar una anomalía que
anteriormente había sido sólo una molestia en causa de crisis [...] (Kuhn,
1985: pp. 135-136).
Esta crisis se resuelve cuando surge un paradigma alternativo de mayor
capacidad explicativa y normativa en el tratamiento de las discordancias
teoría-realidad, iniciando una nueva fase de ciencia normal tras el período
crítico y revolucionario protagonizado por el paradigma emergente, que
intenta adquirir el estatus de dominante a causa del paulatino
cuestionamiento del paradigma precedente. Cabría manifestar, en este momento,
dos tipos de consideraciones críticas que permitan ajustar, a mi juicio, una
aproximación realista a la interpretación kuhniana.
Ambigüedad semántica de la categoría paradigma y tránsito inter-paradigmático
En el conjunto de ensayos compilados por I. Lakatos y A. Musgrave se
presentan algunas sugerentes aportaciones sobre la clara indefinición de
algunos conceptos claves de la obra de Kuhn (Lakatos y Musgrave: 1975). Para M.
Masterman, se podrían distinguir en La estructura de las revoluciones
científicas hasta veintiún significados diferentes del término paradigma,
que remiten, en cada caso, a contextos epistemológicos y sociológicos no
siempre coincidentes. No obstante, el contenido metafísico o pragmático de la
noción de paradigma está dominado por la reducción sociologista que Kuhn
cultivó no sólo en su principal obra sino en artículos y réplicas posteriores.2
De esta forma, Kuhn escribió:
Un paradigma es aquello que los miembros de una comunidad científica, y
sólo ellos, comparten; y, a la inversa, es la posesión de un paradigma común lo
que constituye a un grupo de personas en una comunidad científica, grupo que de
otro modo estaría formado por miembros inconexos (Kuhn, 1977: p. 143).
En consecuencia, la capacidad polivalente o limitación, según el
observador, del término permite una mutua definición entre "conocimiento
científico aceptado" y "comunidad científica" a través de una
evidente reducción sociológica de un concepto, paradigma, que se formula
como categoría central de la filosofía de la ciencia en versión kuhniana.
Una de las razones que auxilian la comprensión de este derrotero
reduccionista es, sin duda, la evolución pendular de las interpretaciones sobre
filosofía de la ciencia. Si la obra de Popper constituye una reacción a la
rigidez del criterio verificacionista del Círculo de Viena que, a su
vez, abanderó la idea de presentar al positivismo lógico como la
anti-metafísica de la extrema escolástica dominante, a la que nominaron con el
ideologema Antiguo Régimen, la obra de Kuhn pretende, en cambio, distinguirse
del reduccionismo popperiano mediante una prima adicional a los contenidos de
historia externa del contexto de descubrimiento.3
Un segundo tema en cuestión se refiere a la distinción kuhniana entre
fases de ciencia normal y ciencia revolucionaria que caracterizan
etapas en las que, respectivamente, existe un paradigma dominante,
incontrovertible, o un paradigma comprometido que atraviesa para asimilar
anomalías. La comunidad científica, en el primer caso, estaría dedicada a la
resolución de puzzles y enigmas particulares para los que existen
soluciones conformes a la información proporcionada por el paradigma dominante,
siendo ello sabido de antemano por los investigadores. En el segundo caso, se
trata de resolver problemas que transcienden el marco conceptual del paradigma
e, incluso, lo contradicen hasta el punto en que comienza a perder el apoyo
incondicional de los científicos. Esta distinción kuhniana tiene su origen,
asimismo, en sus ansias por separarse de la metodología popperiana, ya que si
Popper resalta el papel crucial de la refutación permanente en la
aceptación teórica, para Kuhn, en cambio, las operaciones falsacionistas no
distinguen en absoluto las etapas de ciencia normal, sino las crisis de los
paradigmas dominantes, donde los intentos de refutación alcanzan, incluso, a la
estratagema inmunizadora del paradigma cuestionado por la comunidad científica
y comprometido por la emergencia de paradigmas fortalecidos por un idóneo
tratamiento, no sólo de nuevos enigmas sino, más bien, de las anomalías
anteriores no superadas por el paradigma en declive. T. S. Kuhn respondió a sus
críticos con una redefinición de la categoría de paradigma,
sustituyéndola por la de matriz disciplinaria, con lo cual asumía
algunas de las observaciones centradas en la insuficiente maduración del
pensamiento contenido en su principal obra, un pensamiento, por lo demás, que
se exige sedimentado en la reflexión filosófica. Sin embargo, la nueva
terminología no ha logrado imponerse a la expuesta en La estructura de las
revoluciones científicas, pues, en gran medida, no supera
satisfactoriamente las limitaciones denunciadas por sus críticos.
El problema de la inconmensurabilidad entre paradigmas y el progreso del
conocimiento científico
Si, en palabras de Kuhn, "[...] una teoría científica se declara
inválida sólo cuando se dispone de un candidato alternativo para que ocupe su
lugar [...]", entonces,
[...] la decisión de rechazar un paradigma es siempre, simultáneamente,
la decisión de aceptar otro, y el juicio que conduce a esta decisión involucra
la comparación de ambos paradigmas con la naturaleza y la comparación entre
ellos" (Kuhn, 1985: pp. 128-129).
Sin embargo, las diferencias entre paradigmas sucesivos son necesarias
e irreconciliables, en palabras del autor, para evaluar el progreso del
conocimiento científico, pues "[...] durante las revoluciones, los
científicos ven cosas nuevas y diferentes al mirar con instrumentos conocidos y
en lugares en los que ya habían buscado antes [...]" (Kuhn, 1985: pp. 165 y
176). En definitiva,
[...] en tiempos de revolución, cuando la tradición científica normal
cambia, la percepción que el científico tiene de su medio ambiente debe ser
reeducada; en algunas situaciones en las que se ha familiarizado debe aprender
a ver una forma (gestalt) nueva" (Kuhn, 1985: p. 177).
El tema planteado es el siguiente: mientras utiliza un desmesurado
reduccionismo sociológico para acotar la noción de paradigma, Kuhn
sustenta la tesis sobre la incomparabilidad de los paradigmas, tras una revolución
científica, sobre la base de mecanismos de percepción de la comunidad
científica, bajo la continua invocación de las teorías de N. R. Hanson y de la
psicología de la Gestalt.4 Esta interpretación, por una
parte, fundamenta la crítica kuhniana dirigida a la tesis popperiana sobre la
acumulación lineal del conocimiento científico, proponiendo, en cambio, una
concepción discontinua del progreso de la ciencia, pero ésta obviamente provoca
dificultades de importancia para evaluar el progreso científico como resultado
de una revolución paradigmática.
Si bien es cierto, como señalan diversos autores, que los paradigmas
sucesivos son inconmensurables por cuanto atienden a diferentes visiones de los
fenómenos a estudiar, a distintos problemas a resolver y a diversas
conceptualizaciones de unos y otros, no lo es menos el hecho consecuente que se
deriva del planteamiento: el caso de un filósofo de la ciencia que no es capaz
de ofrecer un test ajustado que evalúe si el paso de un paradigma a otro
alternativo representa o no un valor en el sentido de un progreso del
conocimiento aceptado. En este sentido, P. Feyerabend ha subrayado la
limitación de la interpretación kuhniana en torno a la inconmensurabilidad de
los paradigmas sobre la base citada de las diferencias ontológicas,
conceptuales y perceptivas de dos paradigmas dominantes y sucesivos en épocas
de ciencia normal (Feyerabend, 1975: pp. 267 y ss.). No obstante, la cuestión
tiene su origen primero y siguiendo aquella tesis planteada sobre la evolución
pendular de la filosofía de la ciencia en la cautela de Kuhn respecto de la
rigidez del positivismo lógico y del empirismo vulgar, pues, sin duda, si los
paradigmas opuestos son heterogéneos (y, por tanto, incomparables) entonces la
experiencia sensorial, empírica, no serviría para resolver y evaluar la
contraposición de marcos teóricos rivales.
Al igual que Popper el cual reformula su mecanismo lógico ante los
juicios críticos, dando origen a las versiones conocidas como Popper-1,
Popper-2, y Popper-3, que son diferenciadas por el trato del
racionalismo crítico hacia la estratagema inmunizadora, Kuhn adapta su
pensamiento original a las observaciones críticas de numerosos autores,
especialmente K. Tribe (1973) y S. Toulmin (1977), quienes obligan al autor a
una introversión especulativa de rasgos fundamentalmente autocríticos, que
recomienda abandonar la rigidez de los enunciados de varias tesis
controvertidas de la primera versión kuhniana, a saber: primero, que un
paradigma dominante no tolera rivales (tesis del monopolio paradigmático);
segundo, que los nuevos paradigmas dominantes son incomparables con los
anteriores (tesis de la inconmensurabilidad); tercero, que no
existe indecisión en la comunidad científica para optar claramente por un
paridigma u otro en una época de transición interparadigmática (tesis del
no-interregno); y cuarto, que los científicos se adhieren
inmediatamente al nuevo paradigma dominante (tesis del cambio instantáneo de
las preferencias del colectivo científico; tesis del espíritu gregario del
colectivo invisible).5
Sin duda, como señala M. Blaug, el esquema interpretativo de Kuhn cierra
un círculo iniciado en un punto diametralmente opuesto por la lógica
popperiana. Pues si Kuhn corre un riesgo inductivista al subrayar que la metodología
científica está cargada de historia (de sociología, de psicología...), Popper
se remite a la prescripción de una práctica metodológica sana,
básicamente descriptiva, ahistórica y depurada de los juicios de valor del
investigador, como señala R. J. Ackerman.6 Este anillo se convierte,
en la historia y en la filosofía de la ciencia, en un
auténtico círculo vicioso, pues, cualquiera que sea el punto de partida
que se adopte (bien sea estrictamente lógico de historia interna, bien
sea sociológico de historia externa), el itinerario culmina con la
constatación de claras insuficiencias engendradas por el reduccionismo de ambas
interpretaciones. I. Lakatos, según Blaug, transforma ese círculo vicioso en un
círculo de virtudes epistemológicas, ya que no sólo proporciona una tercera
visión sobre demarcación y acumulación del conocimiento científico, sino que,
además, lo hace desde el conocido dictado de Kant, que consiste en
afirmar que la filosofía sin historia de la ciencia es algo vacío
y que la historia de la ciencia sin filosofía es algo
ciego (Blaug, 1980: p. 53).
De los programas de investigación lakatosianos
La interpretación lakatosiana, basada en la dinámica de los programas de
investigación científica, coincide con la estructura de las revoluciones
paradigmáticas en negar la existencia de un progreso lineal, sin
discontinuidades, de la ciencia (como concluía K. Popper). No obstante, según
Lakatos, el mensaje de Kuhn contiene "algunas connotaciones autoritarias e
irracionales" (Lakatos, 1983: p.18). Siendo consciente, en este sentido,
de la crisis del normativismo popperiano y del descriptivismo kuhniano, Lakatos
realiza una crítica de las diferentes metodologías rivales y formula una
propuesta que, si bien no puede ser considerada como ecléctica, al menos
pondera el juego del binomio historia interna/historia externa en la
interpretación acerca del progreso del conocimiento científico.7 De
esta forma, el autor afirma que
[...] mientras para los demarcacionistas la filosofía de la ciencia es
el perro guardián de las normas científicas, para los elitistas este papel ha
de ser desempeñado por la sociología, la psicología social o la sociología de
la ciencia (Lakatos, 1981: p. 155).
Por tanto, y con respecto a la lógica popperiana, Lakatos considera que
"evaluar no es dar consejos" (Lakatos, 1981: p. 152) y, a la vez,
afirma que la utilización generalizada de las cláusulas ceteris paribus
hace imposible el falsacionismo ingenuo en el caso de que se pretenda verificar
el contenido factual de una teoría y no se intente analizar si posee más
falsadores que otra teoría alternativa. En este sentido, los experimentos
falsacionistas solamente pueden ser calificados como cruciales en
retrospectiva, cuando se constata por la experiencia su envergadura empírica y
no como pruebas a la expectativa.8 Y con respecto a T. S. Kuhn,
Lakatos resalta la importancia de una ponderación del desarrollo interno y
externo del conocimiento, a pesar de algunas críticas que merece el propio
esquema de los PIC (programas de investigación científica) en torno a la
deficiente información utilizada sobre los panoramas contemporáneos de la
sociología de la ciencia, que lo obligan a imputar a la sociología de Merton
una errónea identificación con el reduccionismo externalista (Merton, 1977; y
Hacking, 1979, pp. 381-410).
Estas reflexiones sobre la posición equidistante de la metodología
lakatosiana se resumen en la siguiente síntesis del falsacionismo refinado del
autor:
[...] la historia de la ciencia es siempre más rica que su
reconstrucción racional (en oposición a la opinión de Popper). Pero la
reconstrucción racional o historia interna es primaria, la historia externa
sólo secundaria, ya que los problemas más importantes de la historia externa
son definidos por la historia interna (en oposición a la opinión de Kuhn)
(Lakatos, 1984, subrayado nuestro).
La categoría básica de la interpretación lakatosiana es, como dijimos,
el programa de investigación científica, sobre el que cabría hacer las
siguientes consideraciones:
a) si el centro firme (hard core) de un PIC es irrefutable
por la decisión metodológica de sus seguidores, la dinámica del progreso
científico y su pertinente evaluación se concentra en las variaciones y en la
dirección del cinturón protector (protective belt);
b) el cinturón protector está formado por un conjunto de desarrollos
teóricos dirigidos a defender el núcleo del PIC, bien sea ante el ataque
de otros PIC y de las anomalías no resueltas por el PIC en
cuestión, bien sea mostrando la potencialidad explicativa del centro firme por
una parte importante de la comunidad científica. En el primer caso, la
funcionalidad del cinturón protector es de heurística negativa, es decir, sus
desarrollos teóricos están formados por supuestos ad hoc e hipótesis
auxiliares que intentan soportar la agresión de otros PIC alternativos
o, en su caso, asimilar anomalías existentes entre la información del núcleo
del PIC y los hechos de la realidad que no sólo no lo corroboran sino
que, más bien, lo contradicen;
c) si la heurística negativa consiste en articular un muro defensivo
de hipótesis auxiliares y supuestos extraordinarios contra el que dirigir las
refutaciones adversas de otros PIC, la heurística positiva ofrece
sugerencias sobre cómo desarrollar las versiones refutables del PIC en
cuestión;
d) la conformación heurística de un determinado PIC informa sobre
su relevancia en una época concreta de la historia del pensamiento, pues
la protección por la vía positiva o negativa dará lugar, respectivamente, a la
caracterización progresiva o degenerativa del PIC. Un PIC
progresivo, ante las anomalías y los ataques de otros programas, tiene la
capacidad de elaborar defensas teóricas con contenido empírico independiente y
de incrementar el número de predicciones que se corroboran paulatinamente. Un PIC
degenerativo, en cambio, mantiene su defensa del núcleo mediante
estratagema inmunizadora y supuestos particulares según las exigencias de las
anomalías y las refutaciones adversas;
e) en consecuencia, el progreso del conocimiento científico se presenta
como la sucesión dinámica de los PIC progresivos, que, a diferencia de
la estructura de las revoluciones científicas, está caracterizada por dos
rasgos principales, a saber: 1] no existe un PIC que domine
inequívocamente, como en la versión kuhniana, una determinada etapa de ciencia
normal. Lakatos propone, al respecto, una revolución permanente en la que cada PIC
comienza su desarrollo cuando el anterior aún no está agotado; y 2] un PIC degenerativo
no puede descartarse definitivamente, pues puede existir una práctica
científica que intente rescatarlo por novedades empíricas que potencien su
heurística positiva. Por lo tanto, existe en la interpretación lakatosiana un
problema semejante a la inconmensurabilidad de los paradigmas kuhnianos.
En efecto, si los méritos científicos de dos programas de investigación
sólo pueden ser evaluados retrospectivamente y bajo la restricción de una
vigencia indefinida de los mismos, entonces estaremos ante un problema de
decisión que escapa a la información proporcionada por el esquema
interpretativo de Lakatos. La propuesta del autor posee las ventajas y
limitaciones de una metodología científica con pretensiones de "síntesis
hegeliana":
[...] mientras que Popper mostró que quienes pretenden que la inducción
es la lógica del descubrimiento matemático están también en un error, estos
ensayos muestran que quienes pretenden que la deducción es la lógica del decubrimiento
matemático están también en un error,
afirma Lakatos en una de sus obras (Lakatos, 1978, p.166). En este
sentido, si bien la metodología del PIC pondera en distinto grado y a
favor del racionalismo la importancia de la historia interna y externa en el
progreso del conocimiento científico, su versión merece precisiones críticas
quizá mejor fundamentadas que la agresiva descalificación de P. Feyerabend
cuando considera que el esquema de PIC es un mero ornamento verbal.9
La mayor dificultad de la interpretación lakatosiana sobre el significado y la
dinámica de los PIC, aparte de aquella que elude un problema de comparación
similar a la versión kuhniana), consiste en que es un procedimiento de
evaluación retrospectiva de la tarea de la comunidad científica. Ello origina
dos problemas adicionales.
En primer término, la
reconstrucción racional del progreso científico no proporciona instrumentos
adecuados para una demarcación de las diferencias entre ciencia y no-ciencia
que transciendan las pautas de comportamiento derivadas de un historicismo
trivial, en el que Lakatos incurre (al igual que Popper) en tanto mayor énfasis
coloca en los elementos de historia interna (Ribes, 1977: pp. 241 y
ss.). En segundo término, si es cierto que la reconstrucción racional
del conocimiento científico llevada a cabo a través del análisis de los PIC acaecidos
no podrá jamás coincidir con la historia real de la ciencia como afirma
Lakatos ante las críticas de Kuhn y Feyerabend, entonces, la metodología
lakatosiana no constituye un procedimiento de actuación en la investigación, ni
un instrumento de juicio sobre el saber acumulado en sentido estricto, sino
que se transforma en el diseño weberiano de un tipo ideal de medida del
desarrollo de la ciencia. Pero y he aquí la mayor limitación de esta propuesta
una tipología idealista, por la propia naturaleza de la categoría analítica,
no es susceptible de servir de base para una hipótesis falsable, pues la
interpretación lakatosiana sobre los programas de investigación permitiría
medir la resistencia y persistencia de las propuestas a lo largo de la historia
de la ciencia, pero no evaluar debidamente el progreso científico.
No obstante, como señala M. Blaug en un artículo ya clásico en la
presente temática,
[...] el concepto de Lakatos proporciona una idea sobre las razones por
las cuales unos paradigmas son sustituidos por otros, aspecto éste que es uno
de los puntos débiles más importantes del trabajo de Kuhn (Blaug, 1976: p. 21),
a pesar de sus últimas matizaciones sobre la caracterización de las
revoluciones científicas.10 También es cierto, para el mismo Blaug,
que la aproximación lakatosiana no representa una metodología definitiva que
proporcione al científico un formulario de reglas para resolver los problemas científicos
sino que "[...] su campo es el del enfoque lógico y su contenido un
conjunto de reglas no mecánicas referentes a teorías ya plenamente
articuladas" (Blaug, 1980, p. 51).
A nuestro juicio, y como conclusión general del presente trabajo, la
escena contemporánea del debate metodológico en ciencias sociales (y desde una
óptica convencional, particularmente en economía) acoge múltiples
representaciones del conflicto entre historia interna e historia
externa. Sin embargo, es un tema que va más allá de las combinaciones e,
incluso, de la dosificación en la ilustración de los respectivos contextos de
validación y aceptación del conocimiento adquirido. Porque, en el marco del
presente ensayo, coincidimos plenamente con B. Barnes cuando afirma que:
[...] hacer historia interna es explicar el cambio científico con
respecto a las fuerzas de la luz, dentro del contexto científico esotérico la
observación, el experimento y la inferencia racional. Hacer historia externa
significa invocar esos oscuros agentes exteriores que son los intereses y las
predisposiciones sociales a fin de realizar la misma tarea de explicación. Se
considera que los dos enfoques son incompatibles entre sí. El primero es el
ideal; el segundo, la pesadilla de gran parte de la retórica historiográfica
(Barnes, 1986: pp. 220-221). *
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* Ensayo dedicado a la
trayectoria académica del profesor Fabián Estapé Rodríguez, pues a su
magisterio y obra debo (y debemos muchos economistas españoles) el gusto intelectual
por los temas de metodología e historia del pensamiento económico.
** Profesor de la
Universidad de Santiago de Compostela.
1 Al respecto, comparar con Solís, 1974, pp 451-459.
2 Al respecto, comparar con Kuhn, 1978, 1979.
3 En este sentido, es muy significativa la célebre polémica
que mantuvieron K. R. Popper y T. S. Kuhn durante el coloquio Internacional de
Filosofía de la Ciencia, celebrado en Londres (1965). La controversia no fue
conocida más allá del círculo restringido de asistentes, que respetaron una
especie de pacto de silencio hasta que, en 1970, Lakatos y Musgrave la
difundieron en su conocida compilación. Cf. con Lakatos y Musgrave, 1975, y,
además, Ribes, 1974, pp. 123-133.
4 Cf., por ejemplo, con Hanson, 1977.5 Kuhn
abandona parcialmente sus propuestas iniciales hasta el punto de que en La
tensión esencial, aun aceptando el interés por la historia de la ciencia,
declara que puede hacerse una historia de la ciencia con elementos
exclusivamente de la historia interna, pues, en palabras del filósofo,
"[...] comparados con otros profesionales y con otras empresas creativas,
los practicantes de una ciencia madura están aislados en realidad del medio
cultural en el cual viven sus vidas profesionales" (Kuhn, 1982, p. 143).6
Veáse Ackerman, 1976, especialmente las páginas 50 y ss.
7 Al respecto, cf. con Lakatos, 1974, pp. 199-214.
8 Al respecto, cf. con
Lakatos, 1975, pp. 383-406.9 Citado por Chalmers, 1984, p.124.
Aunque fue más comedido, este tono displicente de Feyerabend permanece en el
obituario que escribió tras la prematura muerte del filósofo húngaro
(Feyerabend, 1975, pp. 1-18).10 Al respecto, cf. con Kuhn, 1990.