DELITO Y SOCIEDAD  


Dr. Esneider Ramiro Gómez Romero

Lic. Grimaneza Narváez Silva

ECUADOR

RESUMEN

            En el tratamiento de esta temática debe considerarse el elemento "cultura".

            Es necesario al hombre y mujer en una sociedad, un medio físico definido y un momento histórico determinado.

            Dentro de los satisfactores que exige el grupo social, para la convivencia, se encuentra el ordenamiento legal, el cual debe responder a las necesidades de la sociedad que la requiere y, por lo tanto, corresponder a la dinámica de su proceso cultural.

            La Ley no es medio idóneo para educar ni persuadir. La tarea es de formar una sociedad sana que le permita siempre encontrar el equilibrio, amenazado en razón del propio proceso cultural, a través de sus instituciones culturales. Las leyes, por buenas que sean, no hacen seres buenos, hombres y mujeres buenos haremos posible un sistema judicial y leyes buenas. El fin debe ser prevenir, no castigar.

            El delincuente lo puede ser por inmadurez, inadaptación, psicopatías o inducción; sin embargo encontramos otros que los son sin tener afectado su mundo interno, en los términos expuestos.

            Lo preocupante radica en la formación de subculturas con todos los códigos de una segmento cultural, que crece y se desarrolla en el marco de una escala valoral antagónica con la generalmente aceptada.

            Las víctimas de estos procesos pueden ser directos e indirectos: Directos: victimario que bien puede empezar como víctima para convertirse en victimario; y la víctima que recibe la agresión. Indirectos: los miembros de las familias de la víctima como del victimario, afectados por la aplicación del sistema.

                                                              DELITO Y SOCIEDAD

Dr. Esneider Ramiro Gómez Romero

Lic. Grimaneza Narváez Silva

QUITO‑ECUADOR

            Dos de los elementos que integran la problemática de las interrelaciones de los seres humanos en comunidad, en la materia que nos ocupa, son efectivamente el delito y la sociedad. Empero, el análisis no puede descuidar uno de los elementos fundamentales de la dinámica y que le da el verdadero sentido al tratamiento de las conductas denominadas delictivas, como es "la cultura".

            El delito puede ser tratado en forma técnica conceptual, sobre el cual, con algunas dificultades, se puede tratar de llegar a un consenso, en forma general. Más, cuando tratamos de referirnos a las conductas que se adecúan al concepto de delito, es cuando nos encontramos con el problema. Cuáles son los límites que existen entre una conducta considerada adecuada o normal o aceptable socialmente, y cuándo sale de esos parámetros de medida para pasar a ser reprochable o reprobable o no aceptable o exagerada en el ejercicio de los derechos propios y por tanto comienza a ser lesiva para los intereses de los demás en cuanto atentan contra sus derechos?. En el juicio de esa conducta, cuáles deben ser los elementos que deben considerarse para decidir si ese acto u omisión tiene razón socialmente aceptable de ser?.

            Vemos entonces la necesidad de determinar los elementos de este intrincado problema por dilucidar: el hombre y mujer, en una sociedad, en un espacio físico determinado y en un momento histórico también determinado.

            El ser humano es un universo complejo y responde a características propias internas de toda índole, psicológicas, espirituales, mentales y somáticas; y, a los estímulos del mundo circundante. Un mundo interno que nace con él y otro que se forma. Un mundo externo que lo forma y que lo prepara para responder, a ciertos estímulos, de determinada manera.

            Todo este proceso dinámico en el aprendizaje, la creación, la búsqueda de satisfactores a todas sus necesidades e inquietudes que hacen posible su propia evolución y la del grupo al que se pertenece, deviene en la consolidación de la cultura.

            El ser humano es un ente que se desarrolla armónicamente, en el tiempo y en el espacio, en estrecha relación con la naturaleza. Ambos se afectan mutuamente en forma inevitable. En este proceso, se relaciona con otros de la misma especie y encuentra el sitio y la compañía adecuados, desarrollando así su sentimiento de identidad y pertenencia.

            El hombre y mujer de ahora, somos responsables del pasado, del presente y del futuro. Los seres humanos de cierta cultura o pertenecientes a cierto pueblo, son los responsables de tal o cual acto que afectó indefectiblemente a la humanidad, y por ello, los hombres y mujeres de ese pueblo, de hoy, son juzgados y hasta aplicados ciertos castigos morales, en ocasiones inconscientes, con vigencia solo por el peso de la historia. Sin duda que los elementos culturales que los singularizaron persistirán, sin embargo, habrán sido matizados y hasta sustituídos por otros en el decurso de la dinámica cultural que exige la supervivencia de la especie en sociedad.

            En ocasiones la carga de culpa del pasado se torna irracional, frente a las reacciones actuales, pues, si bien el hombre y mujer de ese pueblo o cultura son responsables ante la historia, de los hechos de sus mayores, no es menos cierto que la realidad actual es de ahora y en un sitio determinado, donde los seres dotados de inteligencia y con la carga de la historia ‑que se traduce en experiencia‑ a favor, pueden y deben empeñarse en la mejor solución de los problemas internos e interculturales dentro de una misma nación, de un mismo Estado, del planeta entero. Junto con la dinámica cultural de los pueblos, evoluciona también el Derecho, y dentro de éste, el fenómeno del delito. Conductas antes no sospechadas siquiera, son consideradas ahora como delito. Así tenemos las grandes tendencias hacia la punición del tráfico de drogas, los daños ecológicos, la discriminación por sexo, religión o color, entre otros; y el consenso sobre la castigo de la corrupción a todo nivel, y sobre todo a nivel público. En cada tema, son tendencias pero no hay un criterio unívoco aceptado por todos, porque se encuentran matizados por los elementos culturales de cada pueblo. Veamos por ejemplo en la discriminación sexual: los hombres de ahora no son culpables de los valores culturales de antaño que sometían a las mujeres de entonces bajo ciertos criterios vigentes en esa época (bien o mal, pero la humanidad existe, fruto de todos sus aciertos y errores), sin embargo, los hombres y mujeres de ahora sí somos responsables del camino por el que transitará la humanidad del futuro. La misión de los seres humanos siempre ha sido en pareja, no es, por tanto, racional enfrentar a los hombres de ahora contra las mujeres de ahora, por las culpas de los hombres de antaño cometidas contra las mujeres de la misma época, de la misma realidad cultural, o viceversa. Ahora es tiempo de hacer conciencia de lo que está bien y de lo que está mal, de acuerdo al nivel evolutivo de la especie en este tiempo y con todas las experiencias del pasado, para definir los correctivos que juntos debemos emprender, los que por ahora serán considerados lo mejor, y que mañana no sabemos cómo. Resulta un tema interesante ya que se traduce en un fenómeno social que afecta a las legislaciones y a las culturas de los pueblos. Pueden haber culturas a las que, la liberación femenina les significará un sacrilegio; y no hemos tratado aún el problema de los homosexuales. En mi país, Ecuador, por ejemplo, se han creado las denominadas "Comisarías (*) de la Mujer" como si tuvieramos leyes y procedimientos especiales para mujeres, con una justicia especial para mujeres, y otras para los hombres. La ley es una sola, al amparo de la justicia que es una sola, para juzgar a hombres y mujeres por igual, en igualdad de condiciones y de derechos. No se entiende el empeño en formar batallones de mujeres contra batallones de hombres, cuando la tarea de la solución de los problemas no radica en el sexo, sino en el intelecto, en la espiritualidad, en el nivel de desarrollo integral del ser humano, en la voluntad de ser mejores, en la voluntad de respetar y amar a nuestros semejantes, con ley o sin ley que lo diga, en la formación de una sólida conciencia personal, grupal, cultural, universal; con directrices claras sobre el deber ser de ahora, aquí y valedero para los seres humanos de ahora, cuya base, pueda servir a las futuras generaciones como derrotero en el camino interminable de la dinámica cultural y evolución de la especie. Las leyes por buenas que sean, técnica y científicamente hablando, no harán buenos a los hombres. Los hombres y mujeres buenos seremos capaces de producir un sistema jurídico bueno.

            Esta es una tarea educadora, a través de las instituciones sociales como son "la familia", "la escuela", "los medios de comunicación social" en los que destaca la televisión, "las iglesias", "la Ley", entre otras, en una labor mancomunada con directrices comunes, claras y concretas.

(*) Comisaría: Juzgado de Instrucción en materia penal que cumple también funciones de judicatura de paz, esto es, que busca la solución de los conflictos mediante la vía conciliatoria.

            Determinada sociedad tiene ciertas características culturales, y según ellas, son también sus delincuentes, por ejemplo: En un segmento cultural donde no existe el concepto de propiedad, no puede existir el gran capítulo de la legislación penal que trata sobre los delitos contra la propiedad; luego, no existirán delincuentes ladrones, estafadores, etc., en toda su rica gama de la clasificación delictual, en este tipo de delitos. No es una mera ilusión, existen algunas culturas en Ecuador, donde muchos de los inamovibles tipos consagrados en la legislación sustantiva penal vigente, no existen simplemente, porque en su cultura no existen, conceptualmente, los bienes jurídicos tutelados por esa ley.

            Definir nuevas conductas delictivas es crear nuevos delincuentes. Los hombres y mujeres de un grupo social, ya somos y estamos en una realidad fruto de la dinámica cultural de la sociedad en la que nos tocó nacer y crecer. Vivimos de acuerdo a lo que de ella hemos aprendido y dentro de los parámetros que a cada uno, según su suerte, nos ha tocado en el proceso de vivir o sobrevivir. De pronto, a los legisladores se les ocurre que tal conducta que no era delito, ahora ya lo sea, y con la misma facilidad tenemos ya un nuevo grupo de delincuentes. La valoración de los actos humano, en el proceso cultural, cambia; da origen a la creación de nuevos tipos delictivos y elimina otros.

            Una ley que nace en un laboratorio, llámese este Congreso (por las disfunciones de la democracia, el Congreso ya no representa al pueblo), o en la cabeza de un prominente pensador, por buenas que sean sus intenciones siempre será extraña, ilegítima. Una sociedad perfecta es una sociedad sana y libre en su proceso cultural, con sus delincuentes y los niveles adecuados de comprensión y tolerancia; tratar de aplicar una legislación ideal a una sociedad ‑cualquiera que sea‑ en procura de su perfección, es contribuir al caos social, y podremos entonces encontrar en la ley a uno de los generadores de delincuencia, tanto como cuando las leyes son hechas para proteger el sistema y los intereses de los menos en detrimento de los más.

            Lo cierto es que la Ley penal no debe obedecer al capricho de nadie en particular, por sabio o académico que sea. La Ley penal es quizá, la parte de las ciencias penales que no pertenece a los tratadistas sino al pueblo para el que rige. A los estudiosos y legisladores no les queda sino aprehender, conocer e interpretar legítimamente la necesidad del pueblo que debe ser legislada, como coadyuvante en la tarea formadora de todas las instancias culturales de las que no escapa la Ley, no siendo éste su principal ni último fin.

            Algunos pensadores dicen "Vamos a endurecer las penas para estos delitos" como solución (no se si de los problemas sociales), por un lado, y por otro decimos que no debemos emplear el látigo en la tarea de educar. El endurecimiento de las penas equivale a emplear el látigo como medio para educar a la gente y enseñarle lo que debe y no debe hacer; se convierte a la Ley, en ocasiones, en el látigo invisible de sometimiento de los pueblos. Hoy por hoy, el fenómeno del delincuente no es ya un caso de desarmonía conductual, y tampoco suceptible de ser persuadido por efectos de la ley y la sanción; la delincuencia es un fenómeno propio de cada sociedad, donde se han formado subculturas con todos los códigos propios de una cultura que deben sobrevivir en antagonismo con otras ‑culturas y subculturas‑ de diferentes códigos.

            En las grandes urbes, en un mismo segmento cultural, podemos encontrar una diversidad de subculturas y por tanto de nuevas escalas de valor con su propio sistema, indiferente ante el sistema legal constituido, que da la impresión que este último es verdadera letra muerta.

            Aún cuando la Ley existe, no se la aplica con la verdadera eficacia a todos los niveles, pues parece que también los círculos de poder tienen su propia escala valoral que termina por matar al sistema legal constituido, aún cuando vive en el discurso político o académico y en las aulas universitarias donde se estudia el Derecho.

            "El delito y la Ley". Hablar de delito es también hablar de ley. La ley penal como está, pierde legitimidad en razón de que no existe un medio idóneo que le permita ser tan ágil cuanto es la dinámica cultural de la comunidad. Los problemas de ética, moral, comportamiento humano, principios, valores, crecimiento personal ‑espiritual y mental‑, no tienen importancia frente a los problemas agobiantes de la economía, a cuyo servicio se pone a los seres humanos como piezas de un juego de intereses que procura el poderío; el concepto acuñado de poder por el éxito, un éxito encasillado en ciertas condicionantes que le hacen al hombre o mujer que se adecúa a ellos "un hombre y una mujer de éxito".

            El discurso político dice que se busca la solución de las necesidades del pueblo, cuando lo que se busca es la holgura de unos pocos que detentan el poder económico a costa de los más, que resultan ser "el pueblo"; y esto, a nivel nacional como internacional. Mi pueblo (la falacia) es el que tiene que estar bien, no importa si a costa de los otros pueblos más débiles en quienes se ha desarrollado cuidadosamente un sistema de dependencia fatal, con quienes hay que ser caritativos.

            Como los delitos que lesionan los bienes de los particulares de un mismo grupo social, fruto de una realidad social, de la misma manera, los delitos de lesa patria y de lesa humanidad son consecuencia del comportamiento humano en la comunidad interna e internacional y del mal que causan los menos a los más; los que detentan el poder a los que deben someterse a esa omnipotencia de las armas y de la economía, sin considerar las sutiles formas de envenenamiento mental que son usadas para conseguir mantener un tipo de sociedad determinado al servicio de sus intereses. Una realidad macro y micro, que está matando a las culturas, matando al ser humano, como ente espiritual y libre.

            Qué se busca con el ordenamiento jurídico penal?, parece ser la primera pregunta que se debe responder, y solo con una respuesta clara, pensar en legislar.

            Sin embargo de todo lo dicho, aún teniendo resuelta esta problemática, nada se habrá conseguido si no se han satisfecho las necesidades básicas, variantes según el nivel alcanzado en la dinámica cultural de cada pueblo, cuya falta de solución es un muy importante generador de conflictos.

EL MEDIO

            En nuestras sociedades de hoy se observa un desarrollo técnico y científico sin parangón en la historia. Grandes creaciones y ejecutorias humanas que rebasan todo sueño posible del pasado. Estancamiento del desarrollo del ser humano como ente espiritual y libre. Esclavitud del ser humano al servicio de sus propias creaciones. Un mundo donde mueren de hambre las personas o se las mantiene en niveles infrahumanos, no por falta de recursos, sino de políticas adecuadas de quienes detentan el poder político, económico y bélico. Un mundo en franco proceso anómico.

            El ser humano es convertido en presa de su semejante en procura del poder. En este proceso, la persona debe luchar por integrarse al medio en el que le ha tocado vivir, de la manera más equilibrada posible en esta tarea de socialización, para por medio de ésta poder desempeñar el rol esperado y encuentre, a la vez, la estructura social donde deba desempeñarlo. Estructura ésta que debe contar con elementos complementarios entre si de manera tal que permita una formación individual y colectiva adecuada a las normas vigentes (en su gran mayoría ilegítimas).

            Con tal empeño, se trata de reprimir con energía el delito y por otro lado, la misma sociedad brinda una frondosa gama de posibilidades en la que no solo surge de manera evidente el delito, sino la más clara incitación al mismo. Escuelas desorientadas y desorientadoras, sectas denominadas religiosas, organizaciones llamadas políticas, literatura, cinematografa, televisión, ciertas manifestaciones musicales, inyección de antivalores, etc., que en ciertos casos no solo que formulan una peligrosa apología de conductas criminosas, sino más grave aún, determina una paulatina y desaprensiva deformación de aquellos que con prolijidad y hasta con esmero les siguen entusiastamente.

            Analizada la realidad que vivimos observamos, sin mayor esfuerzo, tremendas contradicciones que permanentemente actúan como elementos de desviación. Esto nos lleva a pensar que nuestra sociedad mantiene a todo trance una serie de pautas normativas que cuentan con un teórico apoyo general pero que en la realidad, está en constante pugna con fuertes corrientes culturales.

            Una sociedad sana y un mecanismo idóneo de efectiva representación en un marco de una democracia verdaderamente participativa, serían el material y la herramienta para lograr el desarollo arrnónico de los pueblos.

            Una sociedad sana implica haber logrado que su componente original, el ser humano, se encuentre en estado de sanidad, para lo cual es necesario procurar la integración de una familia sana, equilibrada, que perrnita el desarrollo de sus componentes en un marco de independencia y autosuficiencia en el proceso de crecimiento conjunto, donde los abuelos, padres, hijos y afines, crezcan fisica, moral, espiritual, mental, emocional, psicológicamente, sin caer en la falacia de la familia organizada como sinónimo de familia sana y equilibrada. En el seno de una familia formalmente organizada, pueden darse las más graves aberraciones y desequilibrios.

            La sociedad se encuentra en constante lucha por mantener el equilibrio, en el proceso de interculturación, que en la actualidad es un proceso insoslayable, la ruptura de este equilibrio origina los conflictos sociales que a su vez pueden generar conductas delictivas. No todo desorden social debe ser considerado como conducta o hecho delictivo. Luego, no es tarea solamente de los órganos estatales de control interno y judiciales, la prevención y solución de los conflictos. La ley penal no es el mejor medio para la resolución de los conflictos ni para lograr el restablecimiento del equilibrio social arnenazado; es sin duda la última instancia a la que se debe recurrir, pues con ella se juzgan hechos consumados, males causados; y lo que se debe pretender es que no se den esos actos danosos. La ley penal como persuasiva y peor como correctiva, hasta la fecha no ha conseguido estos propósitos.

            La ley penal no debe ser una camisa de fuerza en la que hay que meterle a la sociedad, debe ser una camisa confeccionada a la medida.

            La mejor medida de prevención es construir un medio sano, equilibrado, para lo cual debemos centrar nuestra atención en lograr la existencia de una familia sana, la cual es posible, a partir de una pareja que debe ser adecuada. Si consideramos a los miembros de la sociedad en la situación actual, de desequilibrio en casi todos los órdenes, anotaríamos que es necesario prepararse. Resulta que aún para una salida al campo, el fin de semana, nos preparamos, menos para ser parejas, padres, o enfrentar responsabilidades frente a la sociedad.

            Significa que debemos formar hombres y mujeres que hayan desarrollado el sentido de comunidad, de justicia social, de autoridad y de respeto a la autoridad, de autoestima; la capacidad de empatía, de adaptación, de sentir lo que otro siente, de tolerancia, de altruismo no competitivo, de autorrealización en el amor, en el trabajo, en las relaciones sociales, en el arte, en la religión, ser responsable consigo y que vele por los intereses del grupo, todo lo cual redunda en una madurez pslcológica.

            Entonces tendremos personas aptas para formar una pareja adecuada, la que debe ser compatible en el amor, en caracteres; con atracción física, sexual; con salud psicológica; equidad; y, un caudal económico suficiente, que le permita crecer dignamente.

            Esta pareja, en familia, en su rol de padres, debe guiar el crecimiento de sus hijos con pedagogía adecuada, esto es, de aliento, moderadamente protectiva, afectiva, facilitadora de la vida y de su desarrollo pero no suplidora, en un medio moderadamente austero en todos los sentidos, procurando la autosuficiencia e independencia en el proceso.

            Los hijos criados en un medio familiar así, serán seres humanos sanos, equilibrados, aptos para contribuir al fortalecimiento, desarrollo y evolución de una sociedad sana, con una sólida y dinámica cultura.

            En esta tarea debemos empeñar los mejores esfuerzos a través de la intervención comunitaria con efectiva participación democrática expresada en la escuela, la iglesia, los medios de comunicación social y todas las instituciones culturales. Entonces tendremos un buen sistema judicial y una buena Ley.

            En la temática del medio, no es conveniente alargarse más, porque hacer un diagnóstico de la realidad nacional de mi país y de América Latina, es algo muy complejo y que comprometería extensos pliegos de trabajo sustentados por un estudio, no de indicadores meramente económicos y estadísticos, sino sociales, culturales; vale decir, reales.

LA VICTIMA Y EL DELINCUENTE

            Había dicho que el ser humano responde a características propias de un mundo interno y los estímulos del mundo externo.

            En el proceso de formación interna del sujeto, quedan ciertas deficiencias las cuales, al recibir el estímulo de las condiciones del mundo externo, provocan reacciones que pueden dar origen a conductas llamadas delictivas.

            También es posible que una persona bien desarrollada, pero dentro de una determinada escala valoral que corresponde a una cultura cierta, al desenvolverse en otro medio, que para él le pueda resultar hostil o simplemente diferente, puede obrar dentro de los parámetros de las conductas consideradas delictivas. Es probable que se adapte a la nueva realidad y que acepte esa escala valoral, como es posible que la repudie y simplemente no la comparta y por tanto no pueda vivir en ese contexto cultural.

            El hecho es que los actos externos del hombre obedecen a una dinámica de relación de su mundo interno con el mundo externo en el que se desarrolle o actúe. Entonces, la persona puede caer en conducta delictual por muy variadas razones como son: Inmadurez, inadaptación, psicopatías, o inducción, en cuanto a la esfera de su mundo interno; considerando a esta última como un proceso interno más o menos inmediato de los estímulos externos. Encontraremos también personas típicamente normales que pueden delinquir por diferentes factores que, en cambio, no se encuentran en el fuero de la inmadurez y trastornos psicológicos.

            En la calificación del sujeto como delincuente entran en juego otros factores de calificación como es el hecho de la propia ley, o de las condiciones históricas que rodean a los hechos. El caso de personas consideradas delincuentes y que se encuentran cumpliendo una pena por el delito cometido, conducta que por efecto de una revisión legislativa del comportamiento social deja de ser delito y desaparece del ordenamiento sustantivo penal. El sujeto deja de ser delincuente?, estuvo adelantado a su tiempo y por ello debe seguir siendo considerado como delincuente?, nunca fue delincuente?. Existen hechos normalmente considerados como delitos, pero que, por las características del acto, del lugar y del momento histórico, hacen que la sociedad lo acepte y aún lo aplauda, forzando a los jueces a fallar su inocencia o a justificar su accionar ilícito, razón por la cual, sus actores, ya no caen en la esfera del delincuente formal o declarado. En los países donde hemos conocido la famosa conducta calificada como "subversiva" y como delito, en ciertas circunstancias políticas, en procura del reestablecimiento del equilibrio social amenazado, aún a sabiendas de que se trata de conductas delictivas y de sujetos considerados como delincuentes, por el acuerdo político al que se llegue, deja de ser pesquisada la conducta y por tanto sus actores no son más delincuentes. En un levantamiento armado en procura de cambios en las estructuras de poder, los vencedores siempre serán los héroes de la patria y los vencidos serán los villanos y delincuentes, no importa quien gane o pierda para efectos del análisis. Para lograr justas conquistas sociales, en ciertas ocasiones hay que actuar al margen del sistema legal constituido, porque sin ello, sin romperlo, no se conseguirían las justas aspiraciones del pueblo; situación en la cual, aún momentáneamente, sus actores atravesaron por la condición formal de delincuentes.

            He aquí la importancia del concepto de legitimidad, de correspondencia de la ley a las necesidades del pueblo para el que rige, de la dinámica de la Ley que debe ser siempre correspondiente a la dinámica cultural, cómo el código del Derecho debe ser el código del Pueblo.

            La grave realidad de los presentes días radica en el proceso de toda la vida de formación con una escala valoral antagónica con la generalmente aceptada como normal, en grupos humanos formalmente estructurados y que asoman al espectro cultural como subculturas en el mundo de la supervivencia; subculturas con todos los códigos de lo que se considera una cultura: grupo humano, escala valoral y normativa, territorio, religión, doctrina social, política y religiosa, lenguaje, historia, autoridad, formas de control interno, mecanismos de defensa, mecanismos de producción de satisfactores sociales.

            Para el grupo dominante, se trata de delincuentes; pero para sí, cómo se catalogan ellos?. En el espectro de las clasificaciones que elaboran los estudiosos de las ciencias penales, cómo les catalogarían?; y, cómo catalogaríamos a la gran cantidad de "actores" que se encuentran en las esferas del poder político quienes ostentan una envidiable situación económica y de consideración y respeto social a costa de esquilmar las arcas del Estado, es decir de robar al pueblo, con mecanismos conocidos pero que les procuran impunidad?. Cómo catalogar a los servidores públicos civiles y de uniforme que han acomodado un estatus al que no podían alcanzar con el sueldo que percibieron toda la vida, ni con otras actividades lícitas? A los infractores de las derechos humanos, bajo la venia del poder constituido?

            Una gran variedad de violadores de la ley penal, de otras leyes y de la escala valoral propia del pueblo en el que viven, que sin embargo nunca han sido juzgados, y cuando lo son encuentran siempre la manera de no ser castigados.

            Parece que hay distintas clases de delincuentes: Delincuentes que empiezan por ser víctimas de un sistema corrupto y que son arrojados a la imperiosa tarea de sobrevivir en el mundo de la delincuencia. Aquellos que delinquen por trastornos o deficiencias en su mundo interno, de lo cual, a lo mejor tampoco son responsables, sino el sistema que en su tinglado de desigualdades no facilitó las oportunidades para que puedan acceder a una buena formación y desarrollo en sanidad. Delincuentes que conducen los destinos de las sociedades bajo sus torcidas concepciones, con título de políticos. Un solo perdedor: el pueblo, el ser humano.

            Parece que hay tres grandes grupos de víctimas: Los que empiezan por ser víctimas y luego pasan a ser victimarios y los que simplemente son víctimas y sufren todo el impacto psicológico, mental y físico de la agresión, que puede comprometer su vida y la armonía de quienes constituyen su núcleo familiar. Estos últimos se convierten también en víctimas indirectas del delito. El tercer grupo de víctimas lo son desde dos puntos de vista a saber: los unos como miembros de la familia de la víctima directa de la infración; y los otros, como miembros también de la familia pero del victimario o actor del delito, Los primeros pueden ser afectados indirectamente por el resultado de la infración; y los segundos siempre resultan afectados por el proceso de juzgamiento de la infracción cometida a la que es sometido el actor del delito y por la sentencia que se le impone, toda vez que ésta acarrea consigo muchas consecuencias no medidas al momento de ser aplicada, como es el impacto económico que causa en la familia, en la educación de los hijos del sentenciado, en el caudal económico que se requiere para mantenerlo vivo en los Centros de Rehabilitación Social, la estigmatización por el hecho de tener un miembro de la familia que es considerado delincuente, la afectación psicológica que sufren los hijos del condenado y su cónyuge, por nombrar unas pocas de estas consecuencias.

            No se han realizado estudios en el Ecuador sobre la insidencia del proceso penal y de la sentencia en los actores de la infracción y en las víctimas directas de ésta, lo cual redundaría en encontrar fórmulas adecuadas de controlar el delito que no sean necesariamente la sanción penal y peor la privación de la libertad.

            Sería deseable que se realicen estudios serios sobre interrogantes básicas como: El por qué y el para qué de cada tipo de sanción. Existen o no mecanismos alternativos par la resolución de los conflictos que no sea necesariamente un proceso de juzgamiento penal. La cantidad de la sanción. La forma de solucionar los problemas derivados de la ejecución de la pena, en armonía con el medio cultural; etc.

            El trabajo en esta materia nos espera, aún cuando los recursos destinados a la investigación son muy pocos, casi inexistentes, y peor en el campo de las ciencias del Derecho.

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