PRINCIPIOS GENERALES DEL ENTRENAMIENTO I.
Los Procesos de Adaptación.

A nadie se le escapa la idea, de que la práctica regular de una actividad física fortalece el organismo, que la utilización regular de un órgano, lo hace crecer y fortalecerse, y que por el contrario, la falta de utilización de un órgano, le hace disminuir sus capacidades y debilitarse.

Partiendo de esta idea, podemos definir el entrenamiento, como un proceso planificado y controlado, en el cual, el deportista es sometido a cargas y volúmenes de trabajo con el objetivo de producirle una fatiga y posteriormente, cuando se recupere, una adaptación de su cuerpo a la realización de tales trabajos con una mayor eficacia.

Siguiendo esta definición, tendremos que abordar el estudio de este tema, centrándonos en cuatro elementos:

Esta forma de entender el entrenamiento, tiene sentido por la existencia de unos procesos que facilitan la adaptación del organismo a las exigencias y necesidades cambiantes que se plantean a lo largo de la vida. Por eso, queremos empezar por aquí nuestra exposición.

LOS PROCESOS DE ADAPTACIÓN AL ESFUERZO.

Cuando un organismo, en estado de reposo, es sometido a un esfuerzo determinado por los estímulos del ambiente, se produce un estado de alarma general que inicia una serie de procesos que permiten al organismo hacer frente a esta nueva situación.

El sistema endocrino intensifica su actividad, activando el sistema cardio-respiratorio y aumentando los recursos energéticos y plásticos (los recursos plásticos son utilizados por la capacidad regeneradora de los órganos y sistemas que intervienen en una actividad, y que por tanto, se pueden dañar).

Cuando la intensidad de los estímulos es demasiado elevada, el organismo no puede adaptarse a ellos y llega al agotamiento.

Pero cuando los estímulos no llegan a estos límites, y el organismo ha podido responder ante ellos, se produce un proceso de adaptación al esfuerzo que nos permitirá, en un futuro, poder responder ante estímulos similares con una mayor eficacia.

Con esto queremos decir, por ejemplo, que si un día nos vemos en la obligación de recorrer una distancia dentro de un límite de tiempo, cuando el organismo se recupere, lo hará de tal forma que si otra vez tenemos que repetir la hazaña, lo haremos de forma más efectiva, podremos cubrir una distancia superior o en menos tiempo, terminaremos menos cansados y nos quedarán más energías para afrontar nuevos imprevistos. ESTO ES LO QUE ENTENDEMOS POR PROCESOS DE ADAPTACIÓN AL ESFUERZO.

Platonov (1991), nos dice que el proceso de adaptación del organismo a las cargas físicas como las utilizadas en el entrenamiento, conduce a una adaptación de los diferentes órganos y sistemas que intervienen. La adaptación va más allá de los órganos que intervienen directamente, como pueden ser las piernas en el caso de una carrera, y se extiende también a los sistemas respiratorio, cardiovascular, nervioso, metabólico, inmunitario, perceptivo... por citar algunos de los más importantes. Esto es lógico, ya que si las piernas (por seguir con el ejemplo), han de realizar un esfuerzo mayor, sus demandas energéticas también serán mayores, y se tendrán que adaptar los sistemas metabólicos y cardio-respiratorios, el desgaste de las piernas, también será mayor, y tendrán más trabajo los mecanismos de regeneración del tejido, etc.

Como se Producen los Procesos de Adaptación al Esfuerzo.

En nuestro organismo, existe un equilibrio entre los diferentes órganos y sistemas que nos permite poder afrontar las actividades habituales de una manera eficaz y económica, dejando una reserva para nuevos imprevistos, pero bajo el principio de la economía. Nuestro cuerpo no crea estructuras ni moviliza reservas energéticas que nunca se utilizan, sería un esfuerzo innecesario.

Cuando afrontamos un esfuerzo, nuestras reservas energéticas bajan, los órganos que intervienen se dañan, y posteriormente, en la fase de recuperación, el cuerpo restaura nuestras reservas y estructuras afectadas.

Si afrontamos un esfuerzo superior a lo habitual, nuestro organismo, en la fase de recuperación, no sólo restaura los valores energéticos anteriores, sino que los lleva a un nivel superior, para que en el caso de afrontar otro esfuerzo similar, aún quede energía de reserva para afrontar imprevistos. Lo mismo ocurre con las estructuras corporales, que aumentan sus capacidades para afrontar los esfuerzos con una mayor eficacia.

Pero este cambio no es estable en el tiempo, y si no se repiten esos esfuerzos, el organismo asume que está manteniendo unas estructuras y unas reservas que no se utilizan, y bajo el principio de la economía, las va disminuyendo hasta los valores normales.



 Nivel inicial de reservas / estructuras corporales.
 Nivel de reservas / estructuras corporales, a lo largo del entrenamiento.
 Periodo de trabajo.
 Periodo de recuperación.

Es por eso que para aumentar nuestro rendimiento de forma relativamente crónica, el entrenamiento ha de ser repetido a lo largo del tiempo, teniendo en cuenta tres factores:



 Nivel inicial de reservas / estructuras corporales.
 Nivel de reservas / estructuras corporales, a lo largo del entrenamiento.
 Periodo de trabajo.
 Periodo de recuperación.

Estas ideas nos llevan a la siguiente conclusión:

Pero, atención, las posibilidades de adaptación no son ilimitadas, sino que están delimitadas por el patrimonio genético de cada individuo, y por el entrenamiento previo. En los niveles iniciales del entrenamiento, las mejoras son rápidas, y conforme se va consiguiendo un nivel superior, es cada vez más difícil hasta llegar al tope marcado por nuestros genes.



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