Título: Bases
metodológicas para el entrenamiento con niños y jóvenes. La entrenabilidad.
Autor:
Dr. Pedro Luis de la Paz Rodríguez. Cuba
ISCF “Manuel Fajardo”
El deporte y la práctica de actividades físico recreativas se
han convertido en un fenómeno cultural de grandes dimensiones en el mundo de
hoy, dado no sólo por la cantidad de deportes o actividades, sino por la
difusión que estas han alcanzado virtualmente en todo el mundo.
Cada vez más, de una forma u otra, todos los países se
preocupan por la práctica masiva y por el aspecto cualitativo del deporte, lo
cual se traduce en altos niveles de salud, prevención social y relevantes
logros a nivel nacional e internacional.
Para el logro de estos resultados se hace necesario tener en
cuenta algunos aspectos esenciales sin los cuales no se pueden alcanzar los
objetivos de masificar y cualificar la práctica de actividades
físico-deportivas. Entre estos aspectos se encuentran los siguientes:
El desarrollo deportivo de un país o estado comienza desde
edades tempranas, mediante programas de educación física adecuados a las edades
y sexos de los niños y jóvenes y a las necesidades y posibilidades motrices de
cada etapa de desarrollo.
La trayectoria o desarrollo deportivo de la gran masa de
niños y jóvenes con los cuales trabajamos a diario, tiene que enfrentar
innumerables y controvertidos problemas científico pedagógicos y teórico
metodológicos, sobre todo en aquellos deportes de iniciación temprana, para
poder lograr una alta longevidad deportiva sin ocasionar traumas o lesiones
irreversibles en los niños y jóvenes practicantes , así como permitir una
correcta detección, selección y orientación de los talentos deportivos.
De ahí que se establezcan relaciones mutuamente influyentes
entre los procesos de crecimiento y desarrollo humano y los resultados físico-
deportivos que se pueden alcanzar en cada grupo de edades, lo que obliga a
centrar toda la atención en tres importantes cuestiones:
CONSIDERACIONES SOBRE EL PROCESO DE CRECIMIENTO, MADURACIÓN
Y DESARROLLO HUMANO Y EL RENDIMIENTO DEPORTIVO.
El ser humano es concebido desde el nacimiento hasta su
muerte como una eficaz ‘máquina’ de movimiento y rendimiento, por lo cual va
sufriendo constantes transformaciones cuantitativas y cualitativas que se
producen con ritmos e intensidades bien diferenciadas según la vida del
individuo.
La ciencia ha estudiado y demostrado fehacientemente que los
factores relacionados con los procesos de crecimiento, maduración y desarrollo
son numerosos y que con frecuencia actúan interrelacionados. Entre estos se
encuentran los siguientes: factores hereditarios, acción hormonal, modo de
vida, estado psicofísico, alimentación y la influencia social.
Los factores hereditarios influyen directamente en la
conformación de lo que se conoce como genotipo
y condicionan la composición corporal, el biotipo, la estatura máxima esperada,
el desarrollo máximo de fuerza posible y las aptitudes físicas e intelectuales
del ser humano. Las modificaciones experimentadas por la influencia
medioambiental y social se conocen como fenotipo.
Entre los factores que lo condicionan se encuentran el aumento o desarrollo de
las capacidades físicas, el porcentaje real observable de tipos de fibras
musculares (ST o FT) y el nivel de máximo consumo de oxígeno, entre otros.
¿Qué es el crecimiento? El proceso de crecimiento se refiere
a las transformaciones cuantitativas del organismo o de un aspecto particular
de este: estatura, peso corporal, dimensión y peso de los órganos, etc.
Una curva de crecimiento humano se caracteriza por las
siguientes etapas: crecimiento acelerado del feto, disminución rápida de la
velocidad de crecimiento después del nacimiento, relativa lentitud de
crecimiento durante la infancia y una rápida explosión en la velocidad de
crecimiento durante la etapa de la pubertad.
La maduración por su parte es más difícil cuantificarla,
pues se aplica al proceso fisiológico mediante el cual los seres vivos sufren
una transformación de su cuerpo, tanto desde el punto de vista morfológico como
funcional y psicológico de manera tal, que su configuración y modo conductual
varían con el tiempo. La maduración se manifiesta por el desarrollo y
diferenciación celular, por el perfeccionamiento anatómico, por la
diversificación de las reacciones biológicas y conductuales. Este proceso se
realiza lentamente con aceleraciones o estancamientos en determinados periodos
de la vida humana.
El desarrollo se manifiesta por adquirir el ser humano, la
capacidad de desempeñar actividades y funciones en grado creciente de
complejidad y eficiencia con un paralelismo relativo y equilibrado con el
crecimiento de las estructuras corporales y biológicas.
Estos tres procesos se llevan a cabo sin interrupción desde
el nacimiento de acuerdo a etapas temporales bastante bien definidas y según
leyes biológicas precisas. Sin embargo, es necesario resaltar que los
procesos de crecimiento y desarrollo
presentan un heterocronismo en los diversos órganos y sistemas que componen el
cuerpo humano y por tanto, el desarrollo es desigual en el tiempo variando
conforme a un determinado criterio seleccionado como puede ser la estatura o el
peso corporal o al desarrollo de un determinado órgano o sistema funcional. Por ejemplo, el sistema nervioso madura y se
desarrolla rápidamente en los primeros
seis años y después decrece bruscamente; la osificación es diferente en cada
hueso e incluso dentro de un mismo hueso se producen fases bien diferenciadas, como se manifiesta en
los centros primarios de osificación de los principales huesos largos en la
vida fetal y que concluye entre los 14 y los 20 años de edad.
En lo que respecta al sistema osteomuscular los impulsos de
crecimiento se caracterizan por las siguientes situaciones:
Como puede apreciarse, el desarrollo se rige por dos leyes
que regulan la secuencia direccional controlada del mismo: la ley de desarrollo
céfalo – caudal y la ley próximo - distal.
Ley de desarrollo
céfalo – caudal. De
acuerdo con esta ley, el proceso de desarrollo y maduración de las estructuras
y funciones se perfeccionan primero en la región de la cabeza, después en el
tronco y por último en las extremidades inferiores. Es por ello que al nacer el
ser humano no es capaz de realizar movimientos complejos, sino un limitado
número de movimientos instintivos. Esta limitación está dada por la incapacidad
del recién nacido de dominar la actividad de ciertos grupos musculares que son
necesarios para realizar otros movimientos voluntarios.
Ley de desarrollo
próximo – distal.
Esta ley caracteriza el proceso de desarrollo desde el eje central corporal
hacia las extremidades.
Tomando como referencia las diferentes velocidades de
crecimiento, maduración y desarrollo, se puede afirmar que el ser humano
evoluciona por ciclos de amplitud y ritmos diferenciados conforme a una
estructura y función considerada, en un proceso sistémico y en espiral, donde
se alternan ciclos o periodos de equilibrio con periodos de desequilibrio.
El proceso de desarrollo humano depende no solo de los
cambios morfofuncionales, sino que también tiene una gran dependencia de la
influencia del medio circundante. El proceso natural de desarrollo conlleva
además de los procesos biológicos de crecimiento y maduración y de los factores
hereditarios, el proceso social de aprendizaje.
El proceso de aprendizaje coadyuva al desarrollo del ser
humano mediante la adquisición de nuevas habilidades, capacidades físicas e
intelectuales, hábitos, conocimientos y convicciones que surgen producto de su
actividad. La actividad del ser humano, por su naturaleza y objetivos, es muy
rica en contenido y formas de manifestación.
La actividad humana en cualquiera de sus esferas de
actuación, no puede concebirse como algo separado o único, sino por el
contrario, todas las acciones que componen la actividad están estrechamente vinculadas y por lo
tanto, constituyen un sistema, se disponen de acuerdo con un orden
preestablecido y se estructuran conforme a un plan determinado.
En todas las esferas del trabajo humano, no obstante el
nivel de desarrollo que haya alcanzado el
hombre producto de su entrenamiento anterior, es necesario que se conciban los
objetivos a alcanzar (el qué es lo
que se desea lograr), y para lo cual se dosifica
la tarea. Además, se prevén las condiciones que se necesitan o se disponen
para alcanzar los resultados apetecidos y por último, se estructuran las
acciones y tareas (el cómo
resolverlas y en cuál orden) y se
fijan los plazos para su resolución (cuándo).
Ha quedado demostrado científicamente que la influencia del
medio circundante y las características sociales y culturales en las cuales se
desenvuelve el ser humano son puntos clave para su desarrollo. El entorno en el
cual vive y desarrolla el niño en sus primeros años de vida puede tener un
fuerte impacto posterior en la plena expresión de sus potenciales hereditarios.
La reducción o la
eliminación de las oportunidades de aprendizaje del niño pueden acarrear
atrasos en su desarrollo físico e intelectual, al igual que las malas
condiciones higiénico – sanitarias y de alimentación.
Dentro de los factores sociales influyentes para lograr un
buen desarrollo físico, psíquico y social de los niños, adolescentes y jóvenes,
sin duda alguna los ejercicios físicos variados (juegos, gimnasia, deportes,
actividades recreativas al aire libre, etc.) ocupan un lugar privilegiado. La
ciencia ha comprobado reiteradamente los efectos beneficiosos de los ejercicios
físicos en el perfeccionamiento de las diferentes funciones y estructuras del
organismo humano.
Pero la práctica de estas actividades no puede realizarse de
cualquier forma, en cualquier momento y en cualquier edad. El crecimiento,
maduración y desarrollo humano condicionan en gran medida qué actividad o
ejercicio se puede y deben practicar.
Por todo ello, los educadores físicos (profesores de educación
física, entrenadores deportivos, promotores, educadoras,….) deben responderse
una serie de preguntas antes de planificar y llevar a cabo un programa de
actividades físicas con niños:
LOS PERIODOS SENSITIVOS Y LA ENTRENABILIDAD DE LOS NIÑOS.
Como ya ha sido tratado con anterioridad, la maduración
orgánica por fases o edades condicionan la predisposición del ser humano para
realizar determinados trabajos o tareas. En el campo de la Educación
Física y el deporte escolar es
importante tener en cuenta el proceso de maduración orgánica en el momento de
concebir un programa adecuado a las necesidades de los niños y jóvenes hacia
los que este vaya dirigido.
Las etapas de maduración orgánica o de predisposición para
el rendimiento en las cuales influyen tanto factores genéticos como ambientales
son conocidas como periodos sensitivos. Wolkov
y Filin, describen este periodo como “ … No una etapa rigurosamente determinada
de desarrollo individual (la edad infantil, adolescentes, etc.), sino el
periodo caracterizado por la mayor sensibilidad a la acción de los factores
tanto favorables como desfavorables del medio exterior. En pocas palabras, los
periodos en que la fusión de los factores genéticos y ambientales sea la más
completa. Sabiendo los periodos críticos y las dosis óptimas de influjo, se
puede regular arbitrariamente las distintas propiedades del organismo en las
distintas etapas de la ontogénesis, controlar el programa individual de
desarrollo.”
El caracterizar los entornos de edad correspondientes a los
periodos sensitivos es tomar en cuenta no solo la edad cronológica, sino que todavía
es más importante la edad biológica, o sea, aquella que determina un nivel de
desarrollo físico determinado que no siempre tiene correspondencia con las
manifestaciones o reacciones orgánicas que se producen en niños de igual edad
cronológica y sexo. De ahí que el trabajo de desarrollo de las capacidades
físicas, sobre todo las condicionales (fuerza, resistencia y velocidad) así
como la movilidad articular o flexibilidad, sean más eficaces si las cargas
(fundamentalmente tomando como referencia el volumen, la intensidad y la
densidad del estímulo) y los tipos de capacidades o sus variantes se ajustan a
estas etapas en las cuales se producen
los cambios más favorables que son característicos para cada edad y sexo.
Cuantiosos estudios científicos han demostrado que la
predisposición biológica debido a la maduración orgánica conlleva un
ordenamiento más o menos riguroso a partir de los seis años donde se produce un
momento propicio para el desarrollo sistemático de las capacidades
coordinativas fundamentales hasta aproximadamente los 12 o 13 años para, a
partir de este entorno de edades, propiciar el desarrollo amplio de las
capacidades condicionales (sobre todo la fuerza y la velocidad).
LAS CAPACIDADES
COORDINATIVAS
Desde el punto de vista conceptual, las capacidades
coordinativas se pueden definir como la capacidad de organizar y regular el
movimiento. Se interrelacionan con las habilidades motrices y solo se hacen
efectivas en el rendimiento deportivo por medio de su unidad con las
capacidades condicionales.
Estas capacidades tienen una fase de desarrollo intensivo
desde los 6 a los 11 años aproximadamente y se produce un ligero descenso entre
las edades de 12 a los 14 años. Como
resultado del desarrollo alcanzado por el aparato vestibular y demás
analizadores ( óptico y acústico ), se logra un elevado nivel de desarrollo de
la coordinación, el equilibrio y la agilidad en estos grupos de edades, lo que
posibilita que los niños si son bien enseñados, puedan llegar a dominar
habilidades motrices de una alta complejidad de ejecución.
No por gusto se afirma que entre los 8 y los 12 años son las
edades más propicias para el aprendizaje motriz debido al incremento acelerado
del perfeccionamiento de estas capacidades. En estas edades (8 – 12 años), el
perfeccionamiento de las capacidades coordinativas debe realizarse sobre la
base de variedad de ejercicios con diferente finalidad y organización.
Para el desarrollo de las capacidades coordinativas deben
emplearse ejecuciones en las cuales se modifiquen la posición inicial o de
partida, la estructura dinámico – temporal (más lento o más rápido), variación
de las condiciones externas (obstáculos, sol) y combinaciones de habilidades o
movimientos en diferentes condiciones y ritmos de ejecución.
La ejercitación sistemática de las capacidades coordinativas
(equilibrio, ritmo, orientación espacial, entre otras), influye directamente en
el desarrollo de diferentes capacidades condicionales y a su vez, en una
mejor predisposición para el
aprendizaje de diferentes actividades motrices (juegos, gimnasia, deportes).
Dentro de este grupo de capacidades físicas coordinativas,
tenemos dos grandes subgrupos: la capacidad de coordinación general y la
capacidad de coordinación específica.
La capacidad de coordinación general está compuesta por tres
grandes grupos:
La capacidad de coordinación específica está estructurada
por las siguientes capacidades:
LAS CAPACIDADES
CONDICIONALES
Las capacidades condicionales son cualidades energético –
funcionales del organismo que posibilitan un rendimiento elevado y que se
desarrollan como resultado de la acción motriz consciente del ser humano y al
mismo tiempo, constituyen condiciones de esas acciones motrices y de otras a
desarrollar.
Este tipo de capacidades se clasifican en capacidades
condicionales simples y capacidades condicionales complejas.
Entre este tipo de capacidades se encuentran la fuerza, la
velocidad y la resistencia y las diferentes combinaciones que se establecen
entre ellas como son: la fuerza rápida o potencia, la resistencia a la fuerza,
la resistencia a la rapidez y la resistencia a la fuerza rápida, lo que
conlleva el trabajo de desarrollo y manifestación del trabajo cohesionado de
las tres capacidades al unísono.
BASES METODOLÒGICAS
PARA EL ENTRENAMIENTO DE LOS NIÑOS Y JÒVENES. LA ENTRENABILIDAD.
Como se conoce, el proceso de entrenamiento de niños y
jóvenes conlleva una atención fundamental en cuanto a su planificación, control
y corrección pedagógica (feedback), ya que existe una gran diferencia en la
forma de percibir la naturaleza del ejercicio (intensidad, volumen, duración)
entre los niños y los adultos.
La insuficiente especialización deportiva, la diferenciación
perceptiva de los niveles de tensión de los esfuerzos físicos y la carencia de
respuesta del organismo infantil a determinadas formas de entrenamiento crean
diversas interrogantes alrededor de la entrenabilidad de los niños.
Según Becerro (l989), la entrenabilidad se mide por el grado
de transformaciones morfológicas o funcionales sufridas por el organismo
sometido al proceso de acondicionamiento general, a través de un programa
específico.
Al respecto, en muchos casos, las transformaciones
morfofuncionales del organismo de un niño pueden ser alteradas en sentido
positivo o negativo debido a los procesos de maduración, crecimiento y
desarrollo que se llevan a cabo en cada grupo de edades.
En pocas palabras, la entrenabilidad se define como la
adaptación a las cargas de entrenamiento de los diversos sistemas biológicos
del organismo. La capacidad de entrenamiento de los niños y adolescentes
depende del nivel de maduración y desarrollo de los diferentes sistemas de su
organismo.
A tenor de este fenómeno, desde los años 70 Matveev y
Schmolinsky, por sólo citar dos eminentes investigadores del entrenamiento, al
hablar del plan perspectivo individual de los atletas, concibieron cuatro etapas de desenvolvimiento individual
que fueron atemperadas a los distintos estadios de desarrollo del ser humano, a
sus posibilidades reales y a la metodología del entrenamiento. Estas cuatro
fases fueron denominadas de la siguiente manera:
a)
Etapa
de formación básica
b)
Etapa
de especialización
c)
Etapa
de alto rendimiento
d)
Etapa
de mantenimiento, llamada hoy etapa de desentrenamiento.
Por el interés de nuestro trabajo solamente nos referiremos
a la primera etapa de formación básica, ya que con sus lógicas excepciones, todo
el trabajo que se realice con los niños y jóvenes debe estar concentrado en
esta etapa de formación deportiva.
La intencionalidad pedagógico – metodológica de esta etapa
de formación deportiva está encaminada a propiciar una preparación general y
multifacética de los niños en edad escolar, al poner el énfasis principal de
entrenamiento en las capacidades coordinativas ( coordinación, ritmo,
orientación espacial, percepción y ajuste de los movimientos..), en la
flexibilidad, la capacidad aeróbica y la resistencia muscular localizada o
resistencia a la fuerza.
En esta etapa de la formación deportiva debe enfatizarse
sobre todo en la planificación de variadas actividades físico – deportivas que
impidan una especialización funcional temprana y que posibiliten una futura
especialización deportiva, por lo que se deben propiciar experiencias
sensomotrices diversas en correspondencia con la edad y posibilidades reales de
los niños.
La atención debe estar dirigida, en lo fundamental, hacia:
1)
La
corrección postural
2)
Estimulación
psicomotora temprana
3)
Creación
de hábitos higiénicos de vida
4)
Familiarización
y paulatino perfeccionamiento de las técnicas deportivas
5)
Conocimiento
básico de las reglas de los deportes
6)
Iniciación
en la competición deportiva, sin grandes exigencias psíquicas y de rendimiento.
Esta etapa en su proyección masiva se realiza mediante la
estructuración de los programas de educación física escolar a nivel primario, o
sea, en edades comprendidas entre los 6 y los 12 años aproximadamente. Es
importante destacar igualmente que en los primeros cuatro años de la educación
primaria, los programas deben ir encaminados al desarrollo de las capacidades
coordinativas, la flexibilidad, la resistencia aeróbica y la resistencia a la
fuerza, mediante actividades de gimnasia, juegos y actividades físico –
recreativas. Sólo a partir del cuarto grado se podrá comenzar con la
familiarización de algunas técnicas deportivas mediante juegos predeportivos y
deportivos ajustados a la edad de los niños (minideportes).
DESARROLLO DE LA
RESISTENCIA AEROBICA
¿Qué es la resistencia? La resistencia es la capacidad
física condicional que se pone de manifiesto al realizarse una actividad física
duradera sin disminuir el rendimiento o lograr una rápida recuperación después
de un ejercicio determinado.
La resistencia tiene como base la capacidad aeróbica, la cual se define como aquella capacidad que
permite utilizar la cantidad total de energía disponible en condiciones
aeróbicas (presencia de oxígeno), independientemente del factor tiempo.
Con los niños y jóvenes es realmente importante el
desarrollo de la resistencia aeróbica, por cuanto es una capacidad asequible
para prácticamente todas las edades desde los 6 años en adelante. Según
numerosos autores, el período de mejor entrenabilidad de esta capacidad se
sitúa en la pubertad, aunque este criterio no está totalmente comprobado.
Esto es especialmente relevante si tenemos en cuenta que los
niños poseen una reducida capacidad anaeróbica, que se complementa con un
empleo de los ácidos grasos libres producto de un aumento de la actividad
enzimática de beta–oxidación en las mitocondrias y posibilita extraer una
potencialidad energética adicional y economizar así las reservas de glucógeno
que pueden ser directamente utilizadas por los músculos esqueléticos.
Igualmente se ha demostrado científicamente que los niños a nivel celular
tienen una mayor posibilidad de intercambio aerobio que los adultos, ya que
poseen un superior número de mitocondrias, que es precisamente donde se produce
este intercambio.
Con el aumento de la altura y el peso en la pubertad, se
aprecia un notable incremento de la capacidad aerobia, con el correspondiente
aumento de la capacidad de consumo de oxígeno.
La capacidad de consumo de oxígeno representa el volumen de
oxígeno consumido durante un esfuerzo físico e indica la capacidad que tiene el
organismo de utilización del mismo. El máximo consumo de oxígeno es el
resultado final de la respuesta integrada de la ventilación, el gasto cardíaco
y la saturación de oxígeno de la hemoglobina, que posibilita a los tejidos
consumir el oxígeno en función de sus necesidades metabólicas.
Hasta los 10 – 11 años, el desarrollo de la capacidad de
consumo de oxígeno se mantiene en parámetros similares para ambos sexos y es a
partir de estas edades, que comienzan a diferenciarse los sexos, por cuanto las
mujeres alcanzan el valor máximo a los 14 – 16 años con un promedio aproximado
de 2200 ml/min, lo cual explica en parte la posibilidad de este sexo de obtener
altos resultados en eventos aerobios en edades relativamente tempranas. Los
varones, sin embargo, no alcanzan los valores críticos hasta los 18 – 19 años,
con un promedio aproximado de 3300 ml/ min. A esto se une un cambio en la
frecuencia respiratoria de los niños y una mayor profundidad inspiratoria hacia
la pubertad (13 – 14 años).
Debemos aclarar que el consumo máximo de oxígeno ya no es
considerado como un parámetro absoluto ni predeterminado de la adquisición de
una buena capacidad aeróbica. Por ejemplo, la capacidad de consumo máximo de
oxígeno de atletas de alto rendimiento no se ha modificado de manera
espectacular en los últimos años a pesar de que las marcas mundiales y
olímpicas han aumentado de forma meteórica.
Leger y colaboradores investigaron un grupo de niños y niñas
sometidos a varios años de entrenamiento de carrera y constataron que la
velocidad pasó de 9,8 km / hora a los 6
años de edad a 12,6 km/hora a los 13 años, en tanto que el consumo máximo de
oxígeno varió solamente desde 48 a 51 ml/Kg/min en los niños y, en las niñas,
la velocidad que inicialmente fue de 9,7 km/h a los 6 años aumentó a 10,6 km/h
a los 18 años y sin embargo, el consumo máximo de oxígeno disminuyó desde los
48,5 ml/Kg/min a 35,5 ml/Kg/min.
Para poder plantear un trabajo perspectivo a largo plazo de
la resistencia en el deporte es necesario concebir al menos tres fases
esenciales:
1)
Desarrollo
de la resistencia aeróbica
2)
Desarrollo
de las bases para la resistencia específica
3)
Desarrollo
de la resistencia específica.
Por ejemplo, si un niño de 12 años se inicia en el
entrenamiento sistemático y perspectivo de la resistencia, las fases se
contemplarían, siguiendo el entorno de fases sensibles mencionado con
anterioridad, de la siguiente manera:
1)
Trabajo
de resistencia de base ( aeróbica) desde los 12 a los 16 años
2)
Trabajo
de las bases de la resistencia específica desde los 17 – 18 años
3)
Trabajo
de resistencia especial a partir de los 18 – 19 años en adelante.
Desde el punto de vista metodológico, es aconsejable en el
trabajo con niños y jóvenes que no posean una buena base aeróbica el método de
trabajo continuo, o sea, sin pausas, pues se ha demostrado que el método de
intervalos reporta poco o nulos aumentos del rendimiento en estas edades. La
intensidad de la carrera debe ser de baja a media para permitir lograr el
estado estable.
El único inconveniente del método de trabajo continuo es su
bajo nivel de motivación y requiere de una gran habilidad personal y
profesional del docente para provocar una activa participación de los
estudiantes y cumplir con los objetivos propuestos.
El modo idóneo para lograr un elevado desarrollo de la
capacidad de resistencia aerobia, lo constituye la carrera en sus diversas
formas de ejecución: carrera de resistencia (sin pausas), carreras con cambio
de ritmo (correr y caminar), carrera por diferentes superficies, etc.
Antes de someter a un entrenamiento mediante carreras de
larga duración a los niños, es necesario conocer su estado de salud y nivel de
preparación, pues una misma carga puede provocar diferentes tipos de reacción
orgánica en los participantes, en correspondencia con la edad, nivel de
preparación, lugar donde se efectúe la carrera, temperatura y altitud.
Debe evitarse el abusar de la carrera por superficies duras
e irregulares. Se recomienda siempre que sea posible trotar o correr en pistas
o lugares con césped y evitar superficies excesivamente blandas si no se está
bien preparado (fango, arena, etc.).
En el trabajo con niños debe priorizarse en la dosificación
de la carrera la variación del volumen y no de la intensidad, ya que de esta
forma se evita en cierta manera caer en una carga anaerobia debido al aumento
de la intensidad. Esto, por supuesto, no quiere decir que no se aumente la
intensidad en determinados momentos, sino que prioritariamente se debe
dosificar o aumentar el volumen (tiempo de carrera) y posteriormente, la intensidad.
DESARROLLO DE LA
RESISTENCIA ANAERÓBICA
Para poder entender el desarrollo de la resistencia
anaeróbica es necesario primeramente conocer los conceptos relacionados con
esta capacidad física.
La resistencia
anaeróbica es aquella que se realiza en cortos espacios de tiempo y a muy
altas intensidades y está dirigida fundamentalmente hacia la preparación física
específica. Como su nombre lo indica, este tipo de resistencia se realiza sin
presencia significativa de oxígeno, lo que provoca una gran deuda de oxígeno.
Según el tiempo de ejecución puede clasificarse en resistencia anaeróbica
alactácida (hasta10 segundos de duración) y en resistencia anaeróbica lactácida
(hasta los 120 segundos aproximadamente).
Capacidad anaeróbica
alactácida. Es la
capacidad de producir trabajo muscular mediante las sustancias almacenadas en
forma de fosfatos (adenosín trifosfato (ATP) y creatín fosfato (CrP ), cuya
degradación no requiere de la presencia de oxígeno y sin que exista una
producción significativa de ácido láctico.
Los limitantes de esta capacidad son la concentración de creatín
fosfato y la velocidad de reacción de la creatínkinasa.
Para el entrenamiento de esta capacidad se aplican cargas de
velocidad y fuerza explosiva, para provocar el constante vaciado y rellenado de
los depósitos de creatín fosfato, lo que provoca un aumento del tamaño de los
depósitos y una mayor capacidad enzimática de la ATP-asa y de la creatínkinasa.
Durante el proceso de recuperación de este tipo de esfuerzo
se manifiestan transformaciones glicolíticas y oxidativas.
Capacidad anaeróbica
lactácida. Es la
capacidad de poder utilizar la mayor cantidad de energía posible proveniente de
la vía glicolítica en esfuerzos máximos
en un entorno de tiempo entre los 45 a 120 segundos de duración.
Las investigaciones realizadas en el campo de la actividad
física durante muchos años han demostrado que el nivel de capacidad anaeróbica
de los niños es inferior a la reportada en los adolescentes y personas adultas.
Tanto en los niños como en las niñas, la potencia anaeróbica alactácida y
lactácida, reducidas en la infancia, aumentan con la edad y el desarrollo
físico.
Los estudios han demostrado como en los niños el tope
anaeróbico promedio equivale aproximadamente al de una persona adulta
sedentaria, lo que representa entre un 70 y un 75% de la potencia aeróbica
máxima (PAM). Desde el punto de vista de la respuesta cardiovascular al
esfuerzo en un tope anaeróbico se refleja que en el niño el nivel de
pulsaciones por minuto es más elevada que en el adulto, lo que se manifiesta en
que el niño alcanza entre 185 y 200 pulsaciones, mientras que una persona
adulta las pulsaciones solamente se remontan a 160 – 185. Sin embargo, después
de un entrenamiento bien dirigido y sistemático, los niños han logrado alcanzar
su tope anaeróbico en un rango entre el 75 y el 85% del volumen máximo de
oxígeno y un nivel de pulsaciones que se sitúa entre las 145 y 185 pulsaciones
por minuto.
La mayoría de los investigadores consultados coinciden en
que el rendimiento anaeróbico de los niños es menor cuanto menor es su edad y
nivel de desarrollo físico.
La explicación a esta respuesta del organismo de los niños
frente a un trabajo de carácter anaeróbico, puede ser debido a la acumulación
de lactato en el organismo como resultado del intenso trabajo muscular, lo que
provoca un aumento de los niveles de acidosis. Esto se provoca a pesar que en
el niño existe una menor producción de ácido láctico que en los adultos, debido
aparentemente, a la menor concentración intramuscular de glucógeno y una débil
actividad enzimática de la glicólisis anaeróbica, y también por una mejor
correlación en el proceso oxidación / reducción del piruvato como elemento
precursor del lactato.
La producción energética en los niños mediante la vía
anaeróbica alactácida se encuentra reducida debido, entre otros factores ya
mencionados, a la menor densidad muscular en comparación con las personas
adultas. Al parecer otro aspecto que incide en la menor capacidad anaeróbica es
el nivel de actividad enzimática, sobre todo de la fosfofructoquinasa y
lactato–deshidrogenasa, que son las enzimas fundamentales del proceso de la
glicólisis anaeróbica.
Todo ello viene aparejado con la menor concentración de
glucógeno muscular en los niños que en los adultos a pesar de encontrarse
valores similares de ATP (4 ml/Kg de masa muscular activa) entre ambos estadios
de desarrollo.
Por lo tanto, el
entrenamiento por encima del umbral anaeróbico debe ser evitado en lo posible
antes de la pubertad y hacerlo con cargas específicas del deporte que se
practica mediante ejercicios especiales o juegos. Ya entre los 11 y 13 años
de edad, el metabolismo anaeróbico lactácido se encuentra más desarrollado. Las
concentraciones del glucógeno muscular se incrementan paulatinamente, no tan
sólo con la edad cronológica sino adicionalmente con la edad biológica (nivel
de desarrollo físico y maduración orgánica), aunque aún son inferiores que en
los adultos.
Otros factores que al parecer pudieran condicionar el
desarrollo de la capacidad anaeróbica en los niños son el desarrollo sexual y
la edad esquelética.
En investigaciones realizadas por Fellman en l993, se
encontró una correlación positiva entre la concentración sanguínea de ácido
láctico y la concentración de testosterona y estrógenos en sangre. Por su
parte, Potts, Rhodes y Mosher señalan una alta correlación (0,70) entre la edad
esquelética (nivel de osificación) y el desarrollo de las capacidades aeróbica
y anaeróbica.
DESARROLLO DE LA
FUERZA
La fuerza es la capacidad que tiene el organismo para superar
resistencias externas mediante la aplicación de un esfuerzo muscular
determinado. Depende entre otros de los siguientes factores:
1.
El
ordenamiento y distribución de las fibras musculares
2.
El
tipo de fibras musculares que participan en el trabajo ( de contracción lenta o
de contracción rápida)
3.
El
grosor o hipertrofia del músculo ( corte transversal de la fibra muscular )
4.
El
ángulo de las articulaciones al ejecutar un ejercicio de fuerza
5.
El
incremento de la coordinación intramuscular e intermuscular
Es conocida la influencia que tiene la secreción hormonal de
la testosterona para el desarrollo de la fuerza, debido a la acción beneficiosa
que la misma ejerce en el aumento de la masa muscular activa. Esto se hace
evidente en el periodo puberal en el cual se comienzan a manifestar diferencias
en el desarrollo muscular entre las hembras y los varones debido, entre otras
cuestiones, a los diferentes niveles de testosterona en sangre, ya que los
varones pueden llegar a índices aproximados de 40 – 42 mg/100 ml, mientras que
las niñas solamente alcanzan valores aproximados entre 15 o 20 mg/100 ml. No
obstante esta aseveración, el aumento de la masa muscular se produce desde los
primeros meses de nacido el ser humano, por lo que el peso magro (densidad
muscular) y la fuerza muscular se incrementan constantemente producto de la
maduración, crecimiento y desarrollo, es por ello que a partir de los 8 años
aproximadamente la fuerza aumenta a razón de 2 a 2,5 kilográmetros por año,
para llegar a su máxima expresión hacia los 25 años.
Como puede deducirse fácilmente, el nivel de testosterona
con relación al adulto es muy bajo y por ello un entrenamiento donde predominen
los ejercicios de fuerza con pesos, no es aconsejable con los niños antes de la
fase o periodo puberal. El aumento o crecimiento humoral hace cada vez más
evidente la diferenciación entre los muchachos y muchachas, sobre todo de la
fuerza, de las variaciones antropométricas y del rendimiento motor.
De esta manera existe una correlación muy estrecha entre las
variaciones antropométricas que se alcanzan en estas edades, la edad biológica
y el peso corporal con el aumento de la resistencia y la fuerza.
El trabajo de fuerza antes de los 10 años no tiene gran
repercusión entre los varones y solo a esta edad se aconseja comenzar
prudentemente con las niñas un trabajo de fuerza rápida (potencia), sin que
ello conlleve a un gran volumen de trabajo en comparación con las posibilidades
reales de las mismas.
Ya de la fase prepuberal en lo adelante (12 años) se presentan
mejores condiciones para el trabajo de fuerza, pues el proceso de osificación
entra en una fase casi conclusiva con excepción de las epífisis de los huesos
largos.
Es por este motivo, que no se aconseja hasta los 15 – 16
años comenzar un trabajo algo intenso de fuerza con sobrecargas, sobre todo
máxima, pues las restructuraciones que se producen hasta los 13 – 14 años en
las trabéculas óseas pudieran verse afectadas y crear alteraciones en la
conformación ósea de los niños. El principio de Steinhaus, declara al respecto
que la presión ejercida por la actividad física sobre la placa de crecimiento
estimula la elongación del hueso, pero cuando la misma es excesiva puede
retardarla, lo que refuerza el criterio anterior.
Por eso es importante tener en cuenta que solo después de
que se haya completado el desarrollo y la osificación, se podrá alcanzar cierta
estabilidad en el desarrollo de la fuerza. Esto lo respalda el hecho de que
cuando se apresura la preparación específica de levantamiento de sobrecargas y se emplean grandes intensidades y
volúmenes en el entrenamiento y competiciones frecuentes, pueden aparecer las
lesiones en los niños.
Los mayores resultados en el desarrollo de esta capacidad se
alcanzan entre los 15 y 25 años, descendiendo gradualmente después de los 30
años si no se mantiene un nivel de ejercitación adecuado. De los 15 a los 25
años, los varones pueden alcanzar un incremento de la fuerza máxima en
aproximadamente un 50 - 60%.
Las mujeres a pesar
de presentar un nivel similar de adaptación a las cargas de fuerza que los
hombres, no podrán alcanzar los mismos niveles de fuerza ya que el nivel
inferior de testosterona en sangre influye desfavorablemente en el
hipertrofismo muscular.
Esto se demuestra claramente cuando se aprecia el porcentaje
que representa la masa muscular con relación al peso corporal, que en los
hombres es de un 40 – 45% y en las mujeres de solamente un 30 – 35%.
El trabajo de resistencia a la fuerza, entendida esta como la
capacidad de resistencia al cansancio orgánico durante el entrenamiento de
fuerza de relativa larga duración, se puede lograr mediante el desarrollo de la
fuerza máxima o mediante el trabajo de desarrollo de la coordinación
intramuscular.
Este trabajo conlleva un elevado volumen de repeticiones con
poco peso y con una intensidad de media a baja.
En las edades inferiores a los 15 años, se recomienda
realizar todo el trabajo de fuerza con el propio peso, con pelotas medicinales,
saquitos de arena u otros objetos.
Entre los errores más significativos que se producen en el
inicio del entrenamiento de pesas con niños se encuentran los siguientes: metodología
errónea del entrenamiento, la prematura especialización, la ausencia de
calentamiento adecuado, la falta de regularidad en el trabajo, la deficiente
preparación técnica, el aumento inadecuado de las cargas, la desproporción
entre el trabajo realizado y la recuperación de la fatiga y la
despersonalización del entrenamiento.
DESARROLLO DE LA
VELOCIDAD Y RAPIDEZ DE REACCIÓN
La velocidad es la capacidad física condicional que
posibilita realizar bajo determinadas condiciones acciones motrices en el menor
plazo de tiempo posible. Esta capacidad se encuentra íntimamente relacionada
con la movilidad de los procesos nerviosos, así como con la flexibilidad y muy
especialmente con el desarrollo de la fuerza rápida y un buen nivel de
desarrollo de las habilidades motrices.
Entre los tipos de velocidad se encuentran la rapidez de
reacción, la velocidad de traslación y la resistencia a la velocidad.
RAPIDEZ DE REACCIÓN
La rapidez de reacción es aquella que posibilita al
organismo reaccionar ante un estímulo y producir una actividad mecánica o
muscular en el menor plazo de tiempo posible. La duración de la velocidad de
reacción (período latente) va desde el inicio de un estímulo cuyo umbral sea
significativo, hasta el comienzo de la primera contracción muscular.
La rapidez de
reacción se clasifica a su vez en reacción simple y reacción compleja. La
reacción simple es aquella que se produce ante una estimulación o señal
determinada ya sea visual, auditiva, táctil o cinestésico, mientras que la
reacción compleja o de elección es mucho más compleja y ajustada a aferencias
situacionales propias del juego o actividad física que se realice. Esta última
requiere de una reacción ‘selectiva` que esté ajustada a la situación
(movimiento del contrario, cambio de dirección, etc.) entre un número posible
de reacciones. Este tipo de reacción de elección depende igualmente de la experiencia
motriz y de los conocimientos antecedentes de los niños.
Se ha demostrado mediante estudios y la práctica cotidiana,
que con un entrenamiento sistemático esta capacidad puede ser mejorada
disminuyendo el período de latencia (tiempo que media entre el estímulo y la
respuesta) en casi un 50% del tiempo.
Esta capacidad puede comenzar a trabajarse de manera
cautelosa a partir de los 7-8 años, tanto para las niñas como para los varones,
con una frecuencia de 1 – 2 veces por semana. El tiempo y la frecuencia semanal
deben aumentarse progresivamente hasta los 16 – 18 años.
VELOCIDAD DE
TRASLACIÓN
La velocidad de traslación es la capacidad que tiene el
individuo de desplazarse de un lugar a otro en el menor tiempo posible. La
característica del trabajo con esta capacidad, es que los ejercicios que se
utilicen para el entrenamiento solo serán eficaces si se realizan con un alto
ritmo e intensidad del movimiento.
Para la enseñanza de la técnica de la carrera con niños y jóvenes
es conveniente realizar los movimientos con una intensidad media o submáxima,
con el propósito de que se pueda
realizar correctamente el patrón de movimiento y evitar posibles lesiones
producto de la alta intensidad de la ejercitación. Esto se confirma ya que la
velocidad se puede mejorar en límites muy estrechos, mediante los mecanismos
que intervienen en la carrera: contracción muscular, relajación de los
antagonistas y perfeccionamiento de la transmisión nerviosa y reclutamiento de
las fibras de contracción rápida. Por lo tanto, la entrenabilidad de la
velocidad con los niños no se diferencia prácticamente de la de los adultos y
para ambos es mínima.
Entre las series de repeticiones de los ejercicios de
velocidad deben incluirse como descanso activo, ejercicios de relajación o
estiramiento.
Esta capacidad se manifiesta en los niños de 8 a 11 años con
una elevada frecuencia del movimiento. Aproximadamente entre los 9-10 años de
edad se alcanza la mayor frecuencia de paso.
Masculino: 4,44 pasos por segundo
Femenino: 4,00 pasos por segundo
A los 15-16 años aumenta la longitud y disminuye la
frecuencia de pasos, la cual se estabiliza de la siguiente forma:
Masculino: 4,0 pasos por segundo
Femenino: 3,6 pasos por segundo
Como
recomendación metodológica se establece que entre los 8 y los 11 años se
incluyan ejercicios que apoyen el aumento de la frecuencia de los movimientos y
el entrenamiento de la coordinación. A partir de los 12 hasta los 15 años se
debe, además del correspondiente trabajo de coordinación, incluir el
entrenamiento de fuerza muscular sobre todo de potencia e intensificar el
trabajo de movilidad articular, particularmente en el tren inferior para evitar
posibles lesiones articulares y lograr una mayor libertad y amplitud de los movimientos.
DESARROLLO DE LA
FLEXIBILIDAD O MOVILIDAD ARTICULAR
El desarrollo de la flexibilidad o movilidad articular es
muy favorable en las edades pequeñas a partir de los 6 años en adelante durante
no más de una hora y con una frecuencia semanal de 2 – 3 veces.
Esto es importante
pues en estas primeras edades la movilidad articular es muy superior a
la alcanzada a los 10-11 años, aunque se recomienda como la mejor edad para
este trabajo desde los 11 a los 14 años. Las niñas pueden presentar diferencias
sustanciales (mayor amplitud de movimiento) sobre todo después de los 10 años.
Es indispensable que no se fuercen los niños en posiciones
extremas que puedan provocar lesiones ni realizar el trabajo de flexibilidad
cuando los niños demuestren un estado de cansancio. La movilidad se debe
trabajar hasta un umbral predoloroso. Deben realizarse ejercicios de relajación
después de un trabajo intenso de flexibilidad.
Se deben planificar ejercicios de flexibilidad dinámicos y
estáticos en una misma clase a razón de 3-4: 1 o sea, 3-4 ejercicios dinámicos
y 1 estático. La velocidad o intensidad de ejecución de estos ejercicios debe
ser baja. Se realizarán repeticiones por ambos lados, con o sin aparatos, de
manera individual o en parejas.